RASAL

LINGÜÍSTICA

Recibido: 31.10.2020 | Aceptado: 01.03.2021

ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s26183455/vldj8h3nd

POLO DE DESARROLLO: LA EMERGENCIA METAFÓRICA DE UN OBJETO DISCURSIVO

DEVELOPMENT POLE: THE METAPHORIC EMERGENCE OF A DISCURSIVE OBJECT

Luciano Campetella

Departamento de Humanidades - Universidad Nacional del Sur

https://orcid.org/0000-0002-3281-8873

Resumen

En este artículo nos proponemos realizar, a partir del enfoque planteado por el análisis del discurso francés, un estudio sintético de los efectos metafóricos asociados con la emergencia de un objeto discursivo particular: polo de desarrollo, cuya superficie de emergencia fue la obra del economista francés François Perroux. En ella, polo de desarrollo designaba un complejo industrial que impulsaba el crecimiento de los sectores económicos con los que estaba vinculado. Este objeto discursivo adquirió una gran difusión pública en la Argentina de la década de 1960, cuando tenían amplia circulación pública las ideas desarrollistas. Nuestro corpus está constituido por el libro de Perroux La economía del siglo XX, en el cual el autor le da forma definitiva a su concepto más famoso.

palabras clave: polo de desarrollo; metáfora; objeto discursivo, análisis del discurso francés.

Abstract

In this article we propose to carry out, from the approach proposed by French discourse analysis, a synthetic study of the metaphorical effects associated with the emergence of a particular discursive object: development pole, which had the work of the French economist François Perroux as an emergence surface. In it, development pole is used to designate an industrial complex that promoted the growth of the economic sectors with which it was linked. This discursive object enjoyed ample public diffusion in Argentina in the 1960s, when developmental ideas had wide public circulation. Our corpus is made up of Perroux’s book The 20th Century Economy, in which the author gives a definitive shape to his most famous concept.

keywords: development pole; metaphor; discursive object; French discourse analysis.

1. Introducción

A mediados de la década de 1960, en pleno auge de las ideas y las prácticas desarrollistas lato sensu, un objeto discursivo insistía con su presencia en un conjunto de textos compuesto por artículos científicos, planes de desarrollo y artículos periodísticos: polo de desarrollo. Tal objeto había tenido como superficie de emergencia la obra del economista francés François Perroux (1903-1987), en la cual designaba un complejo industrial que tenía la capacidad de impulsar el crecimiento de las unidades económicas con las cuales estaba relacionado. En nuestra investigación doctoral, abordamos el proceso de emergencia, circulación y transformación de este objeto discursivo a través de distintas regiones de la Formación Discursiva Desarrollista (FDD): la economía del desarrollo, la planificación económica y la prensa diaria.1

En este artículo nos ocuparemos del proceso de emergencia del objeto discursivo polo de desarrollo y, en particular, de los efectos metafóricos ligados a dicho proceso de constitución. Para ello nos serviremos, como marco general, del enfoque propuesto por el análisis del discurso francés –especialmente la concepción pecheutiana de la metáfora (Pêcheux 2012)– y para la descripción lingüística adoptaremos los aportes de Palma (2016) y Goatly (1997).

El artículo está organizado de la siguiente manera. En el apartado 2 desarrollamos el dispositivo que, inscripto en el análisis del discurso de corriente francesa, incluye la metáfora como elemento constitutivo. En el apartado 3 analizamos la emergencia del objeto discursivo polo de desarrollo y los efectos metafóricos concomitantes. Finalmente, ofrecemos algunas conclusiones y sugerencias para proseguir en esta línea de investigación.

2. El dispositivo analítico

Como ya anticipamos, el dispositivo que proponemos se inscribe en la escuela francesa de Análisis del Discurso. Dicha escuela, al menos en su primera etapa de fuerte influencia althusseriana (Pêcheux 2016 [1975]) y en los desarrollos que pretendieron continuar con esa línea (Courtine 1981; Authier-Revuz 1984), planteaba la existencia de dos niveles distintos de lo discursivo:

a. El nivel del enunciado, constituido por un sistema de formación de los enunciados, es decir, una red compleja de relaciones que funciona como regla.

b. El nivel de la formulación, conformado por una secuencia discursiva concreta, que se inscribe en el sistema de formación de enunciados del nivel anterior.

Mientras el nivel del enunciado corresponde al largo plazo de los procesos de sentido, que trascienden las intenciones individuales del hablante que produce un discurso determinado, el nivel de la formulación se refiere específicamente a la secuencia de cuya forma y contenido puede hacerse cargo un enunciador concreto, a través de la selección de los objetos de su discurso y del modo específico de relacionarlos en la coherencia interna de su enunciado. La tesis central de la escuela francesa es que el sentido de toda secuencia discursiva no es el producto absoluto de la intención deliberada del hablante, sino que está determinado, a su vez, por la trama de los discursos anteriores y exteriores a ella, que dejan huellas involuntarias en la secuencia. Esta tesis, articulada teóricamente en torno de nociones como formación discursiva, interdiscurso y objeto discursivo, constituye el fundamento central para el análisis de la metáfora que vamos a proponer en este trabajo. A continuación, desglosaremos cada uno de los conceptos mencionados anteriormente para luego asociar a ellos el concepto de metáfora. Esperamos generar, con esta presentación, un efecto de coherencia y cohesión epistemológicas que tenga en cuenta, asimismo, las disidencias o desvíos que caracterizan esa entidad un poco artificial denominada “escuela francesa de Análisis del Discurso”.

2.1. La noción de formación discursiva

La noción de formación discursiva (FD) fue sistematizada por Michel Pêcheux en Las Verdades Evidentes (2016 [1975]), libro en el que el fundador del análisis del discurso francés se propuso sentar las bases para una teoría materialista de los procesos discursivos.2 Según Pêcheux (2016 [1975]), el carácter material del sentido se basa en su dependencia constitutiva del “todo complejo con dominante” de las formaciones ideológicas, que se explica por medio de dos tesis:

La primera consiste en plantear que el sentido de una palabra, de una expresión, de una proposición, etc., no existe “en sí mismo” (esto es, en su relación transparente con la literalidad del significante), sino que está determinado por las posiciones ideológicas puestas en juego en el proceso social-histórico en el que las palabras, expresiones y proposiciones son producidas (es decir, reproducidas). (…) Por consiguiente, llamaremos formación discursiva a aquello que, en una formación ideológica dada, es decir, a partir de una posición dada en una coyuntura dada determinada por la lucha de clases, determina “lo que puede y debe ser dicho” (articulado bajo la forma de una arenga, de un sermón, de un panfleto, de un informe, de un programa, etc.) (Pêcheux 2016 [1975]:142; destacado en el original).

Tal como se desprende de este fragmento, el concepto de formación discursiva tiene un carácter fundamentalmente semántico: una FD, inscripta en una formación ideológica específica, determina “lo que puede y debe ser dicho”, definiendo el sentido de los términos y proposiciones formulados en ella.

La segunda tesis plantea que toda formación discursiva disimula, por la transparencia del sentido que en ella se constituye, su dependencia con respecto al “todo complejo con dominante” de las formaciones discursivas, anudado en el complejo de las formaciones ideológicas. Mediante ella, Pêcheux (2016 [1975]) plantea la dependencia de toda formación discursiva de lo que denomina su interdiscurso. Courtine (1981:39) define el interdiscurso como el lugar en que se forman, para un sujeto hablante que produce una secuencia discursiva dominada por una FD determinada, los objetos de los que ese sujeto enunciador se apropia para hacer de ellos los objetos de su discurso, así como también las articulaciones entre esos objetos, mediante las cuales va a dar una coherencia a su propósito en el intradiscurso de la secuencia discursiva que él enuncia.

Como aporte a la conceptualización de las formaciones discursivas, Courtine (1981) sostiene que cada una de ellas posee un dominio de saber que le es propio, que se constituye en el interdiscurso de esa FD y realiza su clausura, que es fundamentalmente inestable en función de los desafíos de la lucha ideológica. Las fronteras de una FD varían de acuerdo con su interdiscurso, definido ahora como instancia de formación/repetición/transformación de los elementos del saber de una FD, como lo que reglamenta el desplazamiento de sus límites. Una formación discursiva puede estar organizada en regiones diversas, a través de las cuales las palabras, proposiciones, expresiones, etc. van adquiriendo su sentido en lo que Pêcheux (2016 [1975]) denomina proceso discursivo.

2.2. El objeto discursivo

La noción de objeto discursivo forma parte, en primer lugar, del concepto de formación discursiva planteado por Foucault en La arqueología del saber (1969). Junto a los conceptos, las modalidades enunciativas y las estrategias temáticas, los objetos forman parte de las regularidades pasibles de ser reconocidas en un conjunto de discursos, que permiten postular la existencia de una formación discursiva. Recordemos que, más que las unidades en sí mismas, lo que le interesa a Foucault (1969) es dar cuenta de sus reglas de formación, es decir, de las condiciones que han hecho posibles la emergencia y persistencia de esas unidades. Para que en una época determinada pueda hablarse de algo, o sea, para que cierta cuestión se vuelva objeto de predicación, es necesario que se desplieguen ciertas instancias, que Foucault (1969) delimita con claridad tomando como ejemplo el discurso psiquiátrico del siglo XIX.

La primera de ellas es la superficie de emergencia. En particular, la locura emergió como problemática en el ámbito familiar. La segunda es la instancia de delimitación, en la que actúan las disciplinas que recortan un problema como suyo. Tal es el caso de la medicina respecto de la locura. La tercera y última son las rejillas de especificación, que consisten en los sistemas según los cuales se separa, se entronca y se clasifica el objeto, como la vida como sucesión de fases, la división entre el cuerpo y el alma, etc. Foucault (1969) sostiene que la especificidad del discurso psiquiátrico en el siglo XIX radica no en su objeto, sino en la manera de formarlo, que implica una relación particular entre instancias de emergencia, de delimitación y de especificación.

En el marco de la tradición francesa de Análisis del Discurso, suele recurrirse al planteo de la lógica natural, definida por Grize (1990:65; la traducción es propia) como “el estudio de las operaciones lógico-discursivas que permiten construir y reconstruir una esquematización”. La noción de esquematización, central en esta perspectiva, refiere a una “representación discursiva de aquello de lo que se trata” (Grize 1990:65). En vistas a incidir en las creencias o comportamientos del auditor, el locutor presenta una determinada imagen de la realidad. El objeto de discurso forma parte de ese mundo representado y está formado por elementos diversos y parcialmente estructurados que se van agregando a él, constituyendo una clase-objeto. Para Grize (1990), la construcción de estos objetos está signada por dos operaciones básicas:

Es importante tener en cuenta que los objetos de discurso anclan en preconstruidos culturales, es decir, sistemas cognitivos y afectivos que sirven de base al pensamiento y la acción, por lo cual inciden en las expectativas previamente existentes, reforzándolas y también adaptándolas a lo que se tiene la intención de decir.

Athéloz (1984:118; la traducción es propia), otro representante de la lógica natural, remite la noción de objeto de discurso a “lo que en un momento y en una situación dada reviste una significación para las instancias del proceso comunicacional”. Por tal motivo, los objetos están presentes en múltiples discursos, rituales o íconos, volviéndose productos culturales cuya evolución debe poder ser descripta a partir del estudio sociohistórico. Sobre la base de este planteo, Narvaja de Arnoux (2009 [2006]) sostiene que el analista del discurso puede privilegiar uno de los tantos objetos que construye un discurso sobre la base de informaciones que derivan de datos contextuales o de otros textos. En este marco, la repetición del lexema o de sus sustitutos, la insistencia en determinados atributos, los variados modos de su reformulación y el resalte de la posición textual que se le asigna constituyen procedimientos que dan cuenta de la relevancia que puede tener un objeto en un determinado discurso.

Es necesario aclarar que los aportes de la lógica natural se inscriben en una teoría referencialista del lenguaje que no se condice con los fundamentos epistemológicos del análisis del discurso francés, para el cual los objetos discursivos no constituyen representaciones de elementos o sectores de la realidad, sino que son entidades construidas en/por el propio discurso. Por tal motivo, nuestra recurrencia a los enfoques de Grize (1990) y Apothéloz (1984) se limita a la utilidad que pueden tener las precisiones metodológicas que estos autores realizan para guiar el análisis de objetos discursivos concretos, es decir, materialmente reconocibles y analizables en un corpus de enunciados efectivamente producidos.

En un estudio sobre la dimensión argumentativa del discurso oral, Sitri (2003) propone una aproximación teórica y metodológica al objeto discursivo que retoma el planteo foucaultiano. Esta investigadora define el objeto como una entidad discursiva que se despliega en el hilo de la frase pero que también posee el espesor de los discursos ya pronunciados, que a veces afloran. Para Sitri (2003), los objetos discursivos son construidos (y se desarrollan) en y por el mismo discurso a partir de dos operaciones específicas:

Para el reconocimiento de un objeto discursivo es necesario hallar marcas (o huellas lingüísticas) de esas operaciones.

Finalmente, Moirand (2018 [2008]), en el marco del análisis de los discursos de la prensa diaria, continúa la propuesta de Sitri y se detiene especialmente en los procedimientos de reformulación, que tienen un rol clave en la estabilización y transformación de los objetos discursivos. En particular, desarrolla un método cuyas etapas centrales son: 1) el inventario de las distintas designaciones que tiene un objeto en un corpus delimitado y 2) la posterior vinculación de los reformulantes con los géneros discursivos en los que se inscriben (prestando especial atención a los tipos de destinatarios) y con los diversos enunciadores que retoman y eventualmente modifican una designación previa.

En particular, el proceso de emergencia, estabilización y transformación del objeto discursivo polo de desarrollo implicó de manera central la producción de efectos metafóricos.

2.3. La metáfora como efecto de sentido constituyente de un objeto discursivo

Desde su formulación original en la obra de Aristóteles, la conceptualización de la metáfora ha estado sujeta al devenir de los estudios retóricos, que hasta bien entrado el siglo XX se restringieron a un análisis de los tropos o figuras del discurso. En este marco, la metáfora ha sido entendida tradicionalmente como el empleo segundo de una expresión que tendría un uso literal y cronológicamente anterior. La posibilidad de este empleo vendría dada por la similitud conceptual entre la expresión literal y la expresión metafórica, que volvería perfectamente evitable (y hasta innecesario) el empleo de metáforas, por lo que su uso estaría ligado a un carácter de mero ornato.3

Como hemos indicado, el análisis del discurso francés rechaza explícitamente la concepción referencialista del significado, según la cual las palabras corresponden a cosas o elementos de la realidad. Para esta perspectiva el sentido no es una propiedad inherente a las palabras, proposiciones, expresiones, etc., sino que se constituye como el efecto de procesos discursivos que se desarrollan en formaciones específicas, determinadas por su interdiscurso. En un artículo publicado en 1984, Michel Pêcheux brinda algunas indicaciones básicas para abordar el problema de la metáfora en el marco de su teoría materialista del discurso. Concretamente, el efecto metafórico se produce como consecuencia de la importación, en una secuencia textual que funciona dentro de una formación o región discursiva, de un elemento de una secuencia perteneciente a otra formación o región.

Dado que polo de desarrollo es una metáfora surgida en el ámbito científico, resulta interesante tener en cuenta el planteo del epistemólogo argentino Héctor Palma que le asigna especificidad a la metáfora científica a partir de la noción de lexicalización:

Las metáforas científicas, que aquí se denominarán “metáforas epistémicas” (en adelante, ME), son diferentes de las otras y entonces requieren algunas precisiones en cuanto a su propia historia interna. Ellas nacen como metáforas igual que cualquiera, pero luego se literalizan, o mejor dicho se lexicalizan, y así adquieren un sentido propio y pueden ser aplicadas a procesos u objetos que reúnan determinadas características sin más aclaración o explicación extra. Entonces, las ME requieren no solo de un análisis sincrónico que muestre cómo se producen, sino también, de un análisis diacrónico que muestre el proceso por el cual mueren como metáforas (Palma 2016:20).

La lexicalización de una metáfora puede ser vista, desde una perspectiva discursiva, como el efecto de sentido producido por la incorporación de un objeto en secuencias textuales inscriptas en una formación discursiva particular. La dinámica interdiscursiva habilita, en determinadas condiciones, que el objeto recupere el potencial simbólico que le otorga su materialidad lingüística en lo que se ha estudiado tradicionalmente como la activación de una metáfora “dormida” (véase, por ejemplo, Goatly 1997). Lexicalización y reactivación pueden ser vistas, entonces, como efectos de sentido que marcan el devenir diacrónico de la metáfora.

Hasta aquí hemos desplegado el dispositivo analítico que incluye la metáfora como efecto constituyente de los objetos que forman parte de las formaciones discursivas. A continuación, analizaremos los efectos metafóricos vinculados a la emergencia del objeto polo de desarrollo en el ámbito científico.

3. El objeto discursivo polo de desarrollo y sus efectos metafóricos constituyentes

Sobre la base del dispositivo presentado en el apartado anterior, y teniendo en cuenta el análisis exploratorio de un corpus compuesto por artículos científicos, planes de desarrollo y artículos periodísticos, hemos postulado la existencia de una Formación Discursiva Desarrollista (FDD), que tuvo amplia circulación en Argentina durante el período comprendido entre la caída de Perón en 1955 y el retorno del peronismo al poder en 1973. Esta formación discursiva pautó en buena medida los temas y las formas de la discusión pública y las alternativas de política económica que podían aplicar los gobiernos que se sucedieron entonces.4 La FDD estuvo organizada en regiones, tales como la ciencia económica, la planificación estatal y la prensa diaria, que fueron condicionando los efectos de sentido que adquirió el elemento de saber polo de desarrollo en la coyuntura especificada. Dicho elemento de saber es conceptualizado en nuestra investigación como un objeto discursivo. De acuerdo con nuestro planteo, el objeto discursivo polo de desarrollo tuvo como superficie de emergencia el ámbito científico y la economía del desarrollo como su instancia de delimitación.

La emergencia del objeto se produce en los textos del economista francés Perroux, quien propuso una teoría particular del espacio económico. Perroux (1964 [1961]:135) reconocía la existencia de desigualdades entre los países que se expresaban política e ideológicamente en ciertos complejos patológicos según los cuales los países más pequeños insistían en reclamar mayores extensiones de territorio. La razón última de estos complejos era la “complicidad de una noción vulgar e inexacta de espacio” (Perroux 1964 [1961]:136), que plantea que los países están compuestos por personas y cosas y que genera, de esa manera, la ilusión de la coincidencia entre los espacios políticos y los espacios económicos. Para este economista (1964 [1961]:136), tal concepción de espacio ya no se correspondía con la situación contemporánea de las economías del mundo, por lo que era necesario revisarla a fin de construir “un mundo nuevo y una economía nueva”. La teoría del espacio económico del economista francés, en tanto cuestionaba los nacionalismos y ponía el énfasis en la fuerte interdependencia económica entre los países, se inscribía claramente en el proyecto de reconstrucción de posguerra liderado por las economías capitalistas centrales. Sus desarrollos conceptuales no eran producto de una práctica científica aséptica, sino de un pensamiento intelectual fuertemente articulado con los intereses políticos y económicos de los grandes países del bloque capitalista.

Perroux dejaba también en claro y defendía la operación epistemológica que subyacía a su desarrollo conceptual:

En esta exposición, intentaré demostrar tres proposiciones:
1°. La extensión a la ciencia económica de la noción de espacio abstracto, obtenida por la matemática y la física modernas, no ha sido concretada aún de modo satisfactorio;
2°. Incluso bajo sus formas más rudimentarias y más provisionales, esta extensión es un remedio para los complejos patológicos que he denunciado. Cura la obsesión del “continente” y del “contenido”. Permite una descripción de las relaciones económicas reales que esta obsesión disimula o por lo menos oscurece. Abre la vía por la que la economía mundial puede ser comprendida de modo distinto que por adición o combinación de espacios nacionales;
3°. Esta extensión es capaz de transformar radicalmente algunas de nuestras teorías económicas fundamentales. (…) (1964 [1961]:137) (el destacado es propio).

Tal como se observa en este fragmento, el enunciador considera que el modo de resolver los “complejos patológicos” y de comprender las “relaciones económicas reales” es extender la noción de ‘espacio abstracto’ de la matemática y la física modernas al campo de la economía. Así, la operación epistemológica que da origen a la teoría del espacio económico tiene un claro contenido ideológico, ya que responde a un objetivo que es la vez científico (explicar las relaciones económicas entre los países, promoviendo el desarrollo de la ciencia económica) y político (contribuir a resolver los “males” que conlleva una mala interpretación del espacio económico, favoreciendo así la relación “amigable” entre los países).

El carácter ideológico de los fundamentos de la teoría perrouxiana del espacio económico puede observarse en ciertos efectos metafóricos ligados a los campos de la psicología y la medicina. La comprensión errónea del espacio es caracterizada como una “obsesión” que produce ciertos “complejos patológicos”, para los cuales una adecuada concepción puede significar un “remedio” y una “cura”. Un pensamiento que no se ajusta a la realidad es un pensamiento “enfermo” que debe ser curado mediante su sustitución por una teoría de carácter científico y moderno. Los términos que utiliza el enunciador para criticar la concepción tradicional del espacio económico se basan en metáforas que tienen una finalidad claramente argumentativa, por lo que funcionan como correas de transmisión de una perspectiva ideológica y política.

Ahora bien, ¿por qué Perroux consideraba que debía extenderse la noción de espacio abstracto de la matemática y la física modernas a la economía? El fundamento se encontraba en su crítica a la teoría económica neoclásica y, en especial, a la teoría del equilibrio general de L. Walras (1834-1910) y W. Pareto (1848-1923). Dicha teoría plantea que la oferta y la demanda de un bien se equilibran en un precio determinado y está basada en los principios de la mecánica clásica de Joseph-Louis Lagrange (1736-1813). Según Guillén Romo:

El planteamiento de Perroux implica el paso de la mecánica clásica de Lagrange a la matemática topológica. La primera describe el desplazamiento en el espacio de objetos indeformables y su llegada a un punto de equilibrio cuando dos fuerzas iguales y de sentido contrario se aplican. La segunda admite espacios que se prestan a la contracción, expansión, deformación y representan operaciones de agentes. Frente al equilibrio mecánico de cosas y de objetos inertes del enfoque neoclásico, la topología matemática permite reproducir de manera más pertinente los proyectos y operaciones de los agentes, unidades activas y luchas; los conflictos y cooperación entre unidades que pueden formar alianzas o coaliciones (Guillén Romo 2008:14).

De acuerdo con la teoría del equilibrio general, la producción y el consumo de un bien se fijan en un determinado precio, efecto de la aplicación de la oferta y la demanda. El equilibrio no es producto de la acción consciente de los agentes económicos, sino un movimiento mecánico en el cual la voluntariedad aparece totalmente anulada. Para restituir esa agentividad perdida, Perroux recurre a la topología, una rama de las matemáticas que “estudia las propiedades de las figuras geométricas que subsisten aun si esas figuras se someten a deformaciones tan radicales que las hagan perder todas sus propiedades métricas y proyectivas” (Courant & Robbins 1979:247). En topología, el espacio no se limita a dos y tres dimensiones. El espacio topológico se basa solo en un concepto de proximidad o vecindad y descarta todas las referencias a la distancia, la forma, el área y el ángulo. Tanto la acción deformadora de las figuras como el concepto de proximidad son aspectos cruciales que serán recuperados por Perroux en su conceptualización del espacio económico. El primero de ellos le permitió al economista francés reponer la agentividad en el análisis de los procesos económicos, mientras que el segundo tendrá, como veremos a continuación, un rol relevante en la elaboración del concepto de polo de desarrollo.

Perroux (1964 [1961]) propone, entonces, una nueva noción de espacio económico sobre la base del concepto de espacio abstracto de la matemática y la física modernas.5 El economista francés define el espacio económico a partir de su distinción respecto del espacio geonómico o banal. El espacio económico es producto de las relaciones que existen entre unidades económicas, mientras que el espacio banal está simplemente constituido por personas y cosas.6 Perroux ejemplifica esta distinción mediante el concepto de renta nacional. Desde la perspectiva del espacio geonómico o banal, la renta contemplaría únicamente los ingresos producidos por los ciudadanos residentes en un país. Desde la mirada del espacio económico, la renta nacional debería contemplar también los ingresos producidos por ciudadanos nativos de un país que residen en otro.

A continuación, Perroux (1964 [1961]) realiza una clasificación tripartita de los espacios económicos: espacio económico como ‘contenido de un plan’, espacio económico como ‘campo de fuerzas’ y espacio económico como ‘conjunto homogéneo’. El primero de ellos consiste en el conjunto de relaciones que definen el plan de una unidad económica y el plan de las demás unidades, como las relaciones con los proveedores y compradores y con el Estado. El espacio como campo de fuerzas “está constituido por centros (o polos, o focos) de los que emanan fuerzas centrífugas y adonde van a parar fuerzas centrípetas” (Perroux 1964 [1961]:143). Cada centro atrae a hombres y cosas o los aparta de él. La zona afectada por esos efectos de atracción y repulsión es lo que se denomina zona de influencia de un centro. Perroux (1964 [1961]) señala que la zona de influencia económica no tiene por qué coincidir con la zona de influencia topográfica, resaltando nuevamente la distinción entre el espacio económico y el espacio banal. Por último, el espacio como ‘conjunto homogéneo’ se define por el hecho de que dos o más unidades económicas compartan alguna de sus variables, lo cual las ubica en el mismo espacio económico.

De esta clasificación, nos interesa especialmente el espacio como campo de fuerzas, ya que en él operan los polos de desarrollo. Así los define Perroux:

Un polo de desarrollo es una unidad económica motriz o un conjunto formado por unidades de esta clase. Una unidad simple o compleja, una empresa, una industria, una combinación de industrias es motriz cuando ejerce sobre otras unidades con las que está en relación, efectos de impulsión (1964 [1961]:180, el destacado es propio).

Como vemos en esta definición encadenada, los polos son empresas o industrias “motrices”, es decir, que impulsan el crecimiento de otras empresas con las que están en relación. El término “impulsión” es producto de una nominalización que “oculta” el rol determinante de una unidad motriz sobre otras unidades, lo que implica necesariamente una relación de poder entre ellas. En esta nominalización se pueden reconocer las huellas de las condiciones de producción de la teoría perrouxiana, caracterizadas por las desigualdades entre sectores económicos o países que el mismo Perroux reconoce. La relación de impulsión está definida por el intercambio en el cual la unidad motriz funciona como productora de manufacturas destinadas a las demás unidades y estas, como sus proveedoras de materias primas. El efecto motriz redunda, según Perroux (1964 [1961]:156-157), en un crecimiento generalizado de los polos y sus áreas de influencia, que se ubica por encima de la media del producto industrial y del producto de la economía nacional.

Los conceptos de espacio como ‘campo de fuerzas’ y polo de desarrollo son producto de una construcción metafórica. Para la descripción de los efectos metafóricos ligados con esos objetos resulta útil la articulación entre el planteo epistemológico de Palma (2016) y la perspectiva lingüístico-funcional de Goatly (1997).

El espacio como ‘campo de fuerzas’ es el espacio en el que ejerce su influencia un centro, foco o polo. La noción de campo de fuerzas proviene de la física, ciencia que desarrolló el concepto para explicar la acción que ejerce un cuerpo sobre otro sin que exista contacto (Berkson 1981). Perroux retoma esta idea de acción sin contacto, que es la que está en la base de la metáfora. Mientras que en el campo físico un polo ejerce una acción sobre los cuerpos a través de efectos de atracción y repulsión, en el campo económico un polo moviliza las unidades económicas que lo rodean a través de relaciones de intercambio que no implican un contacto directo.

En el caso de polo de desarrollo, tenemos una transferencia de significado que consiste en el uso del término de la física polo (Término Vehículo) para referir a un concepto al que convencionalmente no refiere, el punto del espacio en el cual se manifiesta el desarrollo económico (Término Tópico). Este uso tiene como base la analogía entre un punto de aplicación de fuerzas centrífugas y centrípetas en un espacio económico y un punto de atracción y repulsión de fuerzas en un campo físico. Una vez creada, la metáfora recibió una amplia aceptación en el discurso científico de la economía. Este funcionamiento discursivo se vincula con su carácter específico como metáfora epistémica, ya que, como sostiene Palma (2016), la profusión de su uso favorece el olvido de su origen metafórico, que trae aparejada la supresión de la disociación entre el sentido literal y el sentido metafórico.

Como toda metáfora epistémica, polo de desarrollo surge a partir de un proceso de bisociación, que es el resultado de la intersección de dos universos discursivos. En nuestro caso, los universos que se intersecan son los de la economía y la física, y el punto de intersección es el de los polos, en los que se aplican fuerzas de atracción y repulsión. Sin embargo, la analogía no es exacta, porque, mientras en la física los polos son dos, en la economía los polos pueden ser múltiples. Hermansen (1977:32) distingue entre los diferentes sentidos que tienen los términos polo y polarización en Perroux y la escuela francesa, por un lado, y en inglés, por otro. Para Perroux, polo (fr. pôle) significa simplemente una concentración de elementos en abstracto, de modo que un polo surge como un pico en una superficie de densidad más o menos plana. Polarización (fr. polarisation) refiere a la creación, ensanchamiento y declinación de los polos. En cambio, en inglés, polarización (ingl. polarization) remite al proceso según el cual dos extremos contrarios atraen los elementos intermedios. Por lo tanto, según este significado habrá normalmente dos polos, mientras que, de acuerdo con el significado francés, puede haber más de dos al mismo tiempo. Esta diferencia entre el significado en francés y el significado en inglés parece corresponderse con la distinción entre el significado en economía y en física, respectivamente. A pesar de ello, la intersección entre el universo discursivo de la economía y el de la física permite incorporar al objeto de estudio una lógica nueva, que en nuestro caso es la lógica espacial aplicada al análisis de los fenómenos económicos.

A la bisociación le sigue un proceso de lexicalización, según el cual un concepto construido a partir de una metáfora pasa a formar parte de la terminología técnica de un campo teórico. La metáfora “muere”, por lo que el científico no tiene necesidad de explicar su origen. El término al que ha dado lugar se convierte en un concepto literal. Así sucedió, efectivamente, con el término polo de desarrollo, que se incorporó rápidamente al “diccionario” de la ciencia económica. Este proceso de “muerte metafórica” puede ser entendido como una desideologización, ya que la metáfora, en su incesante circulación por multiplicidad de textos y discursos, perdió la relación que tenía con sus condiciones de producción.

La metáfora polo de desarrollo pertenece a la categoría de las metáforas de interacción entre campos científicos, que Palma (2016:47) define como aquellas que son producto de la exportación de cuerpos teóricos o conceptos originales de un ámbito científico particular a otros ámbitos. En ella, la teoría física del campo, según la cual las partículas son movidas hacia o desde un centro sin que exista contacto, es extrapolada al ámbito económico para explicar la atracción y repulsión que ejerce un centro económico sobre las unidades que forman parte de su área circundante.

De acuerdo con la perspectiva lingüístico-funcional de Goatly (1997:149), polo de desarrollo constituye una metáfora ideacional, porque está vinculada con la representación de un objeto de la realidad, como es el fenómeno del crecimiento económico concentrado en ciertos puntos del espacio. Como metáfora ideacional, polo de desarrollo tiene el objetivo de llenar un vacío léxico. En este sentido, la teoría de Perroux (1964 [1961]) postula la falta de adecuación a la realidad de los conceptos vigentes en la ciencia económica. Era necesario, entonces, introducir nociones nuevas, para lo cual “extendió” el concepto de espacio abstracto vigente en la matemática y la física modernas a la economía. Asimismo, la metáfora polo de desarrollo tiene una función explicativa y modelizante, ya que permite explicar un concepto relativamente abstracto (el concepto económico de polo de desarrollo) en términos más concretos (el concepto físico de polo, magnético o eléctrico). El propósito de este modelo metafórico es resaltar las semejanzas entre la economía y la física. Finalmente, la metáfora tiene como función la reconceptualización, ya que permite conceptualizar los fenómenos económicos desde una nueva óptica: la lógica espacial.

Según el análisis que hemos propuesto, el objeto espacio económico es producto de una operación epistemológico-discursiva basada en la extensión de la noción de espacio abstracto de la matemática y la física modernas al campo de la economía. Esta extensión implica, en sí misma, un efecto metafórico, ya que se importa un término proveniente de una formación discursiva (la matemática, y en particular la región correspondiente a la topología) y se lo incluye en un conjunto de secuencias pertenecientes a otra formación discursiva, la FDD, y en particular la región correspondiente a la economía del desarrollo. En este marco, hemos visto la emergencia del objeto discursivo polo de desarrollo en relación con el efecto metafórico ligado a la importación de un término de la física moderna (entendida como formación discursiva) al campo de la economía (y específicamente a la región de la FDD correspondiente a la economía del desarrollo). De esta manera, quedó constituido el objeto discursivo polo de desarrollo.

4. Reflexiones finales

En este artículo nos planteamos efectuar un breve estudio de los efectos metafóricos relacionados con la emergencia de un objeto discursivo particular, polo de desarrollo. Dicha emergencia se desplegó en dos instancias. En primer lugar, lo que Perroux (1964 [1961]:137) llamaba “extensión de la noción de espacio abstracto de la matemática y la física modernas a la economía” constituye, stricto sensu, la importación de un concepto proveniente de una FD determinada (la matemática, y en particular la región de la topología) a una nueva FD (la economía del desarrollo, que se inscribe en la Formación Discursiva Desarrollista). En segundo lugar, la emergencia del objeto discursivo polo de desarrollo se produjo a partir de la importación del concepto de polo de la formación discursiva de la física moderna al campo de la economía del desarrollo, que formó parte también de la Formación Discursiva Desarrollista. El efecto metafórico principal de la constitución del objeto es la naturalización de un proceso que reviste un carácter histórico: la competencia económica y la inversión de capital son reducidos a fenómenos naturales que deben ser aceptados como inevitables.

El análisis efectuado da cuenta de la centralidad que reviste la dimensión metafórica en el estudio del surgimiento de un objeto discursivo. Tal como señala el enfoque del análisis del discurso francés, la metáfora es la resultante de la constitución de un objeto en el seno de una formación discursiva, pero también el efecto del desplazamiento de un término de una secuencia textual perteneciente a una FD a una secuencia textual perteneciente a otra FD. En el caso que nos ocupó en este artículo, las metáforas fueron el resultado de la interacción de campos científicos diversos, de acuerdo con la clasificación propuesta por el epistemólogo Héctor Palma (2016).

Nos hemos ocupado aquí de la emergencia del objeto discursivo polo de desarrollo. En nuestra investigación de doctorado, analizamos los efectos semánticos ligados al desplazamiento del objeto a través de diversas regiones de la Formación Discursiva Desarrollista, como la economía del desarrollo, la planificación económica y la prensa diaria. Polo de desarrollo se convirtió en un objeto de predicación común a distintos actores del espacio social, económico y político, ya que a partir de su incorporación al ámbito del Estado pasó a designar ciudades y no solo complejos industriales. Queda para futuras contribuciones el análisis de este proceso de circulación y transformación, en el cual el objeto discursivo condensó las expectativas sociales en un desarrollo próximo y acelerado.

Notas

1 La investigación en la que se enmarca este artículo fue financiada por el CONICET a través de una beca doctoral interna otorgada en 2013 y contó con la dirección de la Dra. Patricia Vallejos y la codirección de la Dra. Patricia Orbe. Actualmente, me encuentro trabajando bajo la dirección de la Dra. Ana Soledad Montero y la codirección de la Dra. Patricia Orbe.

2 La noción fue extraída del método arqueológico de Foucault (2013 [1969]), al cual volveremos más adelante. Explícitamente negadora del término ideología, Pêcheux la reintroduce, sin embargo, en un esquema de análisis althusseriano.

3 Para una revisión más extensa de la tradición retórica en el estudio de la metáfora, que escapa al propósito de este artículo, véase el primer capítulo de Di Stefano (coord.) (2008 [2006]).

4 El análisis de la FDD y de su relación con otras FD con las que compartió las mismas condiciones de producción requeriría un trabajo aparte. Para un análisis reciente de formaciones discursivas antagónicas en una coyuntura determinada, véase Narvaja de Arnoux (2019). Es importante decir también que la noción de hegemonía discursiva se encuentra en la obra del investigador francocanadiense Marc Angenot, quien sistematiza conceptualmente su estudio en su libro El discurso social, publicado originalmente en 1989. Dicha noción, de raigambre gramsciana, no pertenece a la escuela francesa de Análisis del Discurso, al menos en su etapa clásica, debido al lugar central que ocupó en ella la teoría althusseriana de la ideología.

5 Para comprender esta operación epistemológica es interesante tener en cuenta el planteo de Bourdieu et al. (2000), quienes le asignan un rol central al procedimiento de comparación en la construcción del objeto científico. Según ellos, la comparación es producto de un trabajo consciente de abstracción, en el que se determinan los principios ocultos de las realidades que se relacionan entre sí. El recurso tiene tanto un efecto explicativo, en el sentido de que contribuye a entender un fenómeno, como creativo, porque dispara asociaciones que permiten visualizar el objeto en cuestión desde una nueva óptica.

6 Esta distinción es parangonable con la construcción de la lengua como objeto de estudio de la lingüística por parte de Saussure, según el cual no hay sustancias o cosas dadas de antemano en la lingüística. Tal como señala Jameson (1980:27), el trabajo teórico del lingüista ginebrino expresa “el paso de una forma de pensar substantiva a otra relacional”, que resulta en la noción de lengua como sistema de relaciones entre elementos que se definen únicamente por su diferencia respecto de los demás. La teoría del espacio económico de Perroux expresa también este paso de un pensamiento sustancialista (que entendía al espacio como ‘continente de personas y cosas’) a un pensamiento relacional (que comprende el espacio como ‘relación entre elementos económicos’).

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