CC BY-NC 4.0
© 2022, RASAL Lingüística
DOI: https://doi.org/10.56683/rs221057

Lucía Golluscio, Paola Pacor, Florencia Ciccone, Marta Krasan (comp.)

Lingüística de la documentación. Textos fundacionales y proyecciones en América del Sur

EUDEBA, 2019, (360 pp.), ISBN 9789502329505


Review of Lucía Golluscio, Paola Pacor, Florencia Ciccone, Marta Krasan (comp.)

Lingüística de la documentación. Textos fundacionales y proyecciones en América del Sur

EUDEBA, 2019, (360 pp.), ISBN 9789502329505

Florencia Palazuelos
(Universidad de Buenos Aires)
https://orcid.org/0000-0002-5879-0119


El 2019 fue declarado por la UNESCO “Año Internacional de las Lenguas Indígenas”. En ese mismo año se publicó Lingüística de la documentación. Textos fundacionales y proyecciones en América del Sur, libro que presenta los textos que sientan las bases de dicha área de estudio. El objetivo principal de la lingüística de la documentación (LD) es llevar a cabo el registro durable de lenguas en peligro y, a su vez, que este sea accesible a múltiples usuarios con diferentes propósitos. En los últimos años, la LD resurgió enfocada en el discurso, en pleno giro colaborativo, y con herramientas tecnológicas que cambiaron completamente las formas de procesamiento y almacenamiento de datos.

El libro consta de dos partes, en la primera se presentan los textos fundacionales del área, y, en la segunda, textos que relatan experiencias de sus aplicaciones en Sudamérica. En cada una de ellas, se da cuenta de la situación de algunas de las lenguas indígenas del mundo, así como también del trabajo que investigadores y hablantes han hecho o están haciendo actualmente para preservarlas, y las reflexiones teórico-metodológicas que esto despierta.

Las compiladoras de la obra son Lucía Golluscio, Paola Pacor, Florencia Ciccone y Marta Krasan, investigadoras de amplia trayectoria en el trabajo con lenguas en peligro e integrantes del equipo de la materia de Etnolingüística de la Universidad de Buenos Aires. Ellas son también las autoras del capítulo I, que deja sentado en su título el recorrido que propone el libro. En este capítulo inicial, se describe la historia de la lingüística de la documentación, que surge como subcampo de la lingüística, tomando como antecedente a Franz Boas, quien advierte sobre la delicada situación de las lenguas indígenas frente a las de los colonizadores. Además, las autoras identifican un desplazamiento del énfasis por la búsqueda de aspectos gramaticales universales en las lenguas, hacia el acento en las diferencias estructurales que éstas presentan. Actualmente, más allá de pensar en cada lengua como una entidad sin igual que codifica el mundo de una manera particular, se destaca también su importancia en tanto forma de expresión de una comunidad. En este sentido, definen también los objetivos de la LD: registrar las lenguas y sus patrones de uso en formatos durables que puedan ser difundidos.

El capítulo introductorio, que antecede a ambas partes del libro, destaca los ejes principales del campo de estudio: la diferencia entre documentación y descripción, el concepto de discurso, las investigaciones participativas y la reflexión ética. En el apartado en el que se narra la experiencia de trabajo con archivos de lenguas en peligro, se menciona la iniciativa de la creación de la Red de Archivos Regionales Lingüísticos y Socioculturales en América del Sur. A su vez, las autoras definen los objetivos del libro: mostrar las continuidades y diálogos entre los textos fundacionales y sus desarrollos en Sudamérica, así como también reunir y poner a disposición de la comunidad académica estos textos en español.

En relación a la primera parte del libro, en el capítulo II, Anthony Woodbury desarrolla los ejes ya nombrados anteriormente, que definen a la lingüística de la documentación. En este sentido, Woodbury presenta la disciplina como una forma de resistencia, ya que los hablantes describen la pérdida de sus lenguas como un símbolo de dominación. Es interesante, en este punto, retomar el concepto de lengua como zona de contacto de Pratt (1989), según el cual la lengua es escenario de reproducción de luchas sociales. En cuanto al aspecto metodológico del trabajo con los datos, Woodbury sostiene que existe una relación dialéctica entre corpus y aparato, ya que el corpus es previo al análisis y, a su vez, el análisis orienta al corpus. Además, desarrolla las características de un buen corpus, que debe ser diverso, extenso, de producción continua, distribuida y oportunista, así como transparente, preservable, ético, portátil y accesible. El autor establece también un marco para la teorización de los datos documentados: la etnografía del habla, corriente teórico-metodológica que estudia la práctica discursiva como manifestación cultural (Golluscio, 2019).

“La documentación lingüística: ¿qué es y para qué sirve?”, el capítulo III del libro, desarrolla los fundamentos de la LD y presenta formatos posibles de documentación. Himmelmann parte de una cuestión de larga discusión en lingüística: la definición de lengua. El autor propone como solución tomar aquella definición que abarque la mayor cantidad de fenómenos interrelacionados de los que se entienden generalmente cuando se habla de lengua para lograr un buen corpus; en palabras de Woodbury, diverso y extenso, y que no excluya nada que se pueda necesitar a futuro. A partir de esta idea principal, Himmelmann destaca la importancia del trabajo colaborativo con hablantes, ya que ellos determinan qué se documenta. El autor sostiene que el registro debe estar conformado por datos primarios que incluyan el comportamiento lingüístico observable y las reflexiones metalingüísticas. No obstante, además, uno de los objetivos del trabajo es que sea accesible a futuro, por lo que debe estar acompañado de un aparato que aporte la información necesaria sobre los eventos comunicativos registrados. En este sentido, es un capítulo que desarrolla aspectos metodológicos del trabajo con el corpus. Podríamos decir que hay dos instancias de reflexión metodológica igualmente importantes e íntimamente relacionadas en el trabajo de la lingüística de la documentación: una se sitúa en el trabajo de campo —que desarrollarán más extensamente otros autores en el libro— y la otra, posterior, en el trabajo con el archivo. Como parte de este último, el capítulo retoma las nociones de documentación y descripción, ya referidas por Woodbury, y presenta un formato ampliado de documentación que incluye un análisis descriptivo que parte de los datos primarios obtenidos.

Por su parte, Colette Grinevald lleva adelante un análisis metodológico que se centra en las relaciones interpersonales que se desarrollan durante el trabajo de campo. Este capítulo incita a una reflexión ética indispensable acerca del trabajo de campo con lenguas en peligro, que implica siempre el trabajo con una población vulnerada (Golluscio, 2020). La investigadora sostiene que recolectar datos en estas comunidades conlleva considerar el pasado y el futuro, pensar qué experiencias tuvieron esos hablantes con investigadores y, al mismo tiempo, tener presente que, al trabajar con una comunidad, ese investigador es el pasado de muchos otros por venir. También llama a tener en cuenta que se trabaja con una pérdida que está ocurriendo, con todo lo que eso implica a nivel práctico, pero también a nivel psicológico y emocional de los hablantes. El escrito propone una reflexión sobre la subjetividad con la que se está trabajando en varios sentidos, que comprende también tener en cuenta la existencia de diferentes tipos de hablantes, en cuanto a sus habilidades lingüísticas y la información que cada uno puede proveer, y los efectos que esto tiene en nuestros métodos de recolección y la necesidad de recolectar discurso en contexto. Sobre este tema, es interesante también el análisis de las entrevistas como método de recolección de datos realizado por Briggs (1986). De esta manera, la autora demuestra la importancia de la renuncia al control total de la investigación por parte del académico para entregarlo al hablante, quien debe sentir que es respetado y puede elegir el modo de trabajo. El capítulo de Grinevald se plantea, entonces, el “trabajo sobre la lengua para y con los hablantes”.

Wilkins aborda la dimensión del trabajo de campo relatando, en primera instancia, los conflictos que despertaba en él el trabajo como investigador —algo que resulta innovador—; y, luego, su trabajo como lingüista contratado por una escuela dirigida por una comunidad. En este sentido, desarrolla los aspectos éticos y políticos de la investigación y las implicancias del trabajo lingüístico a cargo de los hablantes. Wilkins parte del momento de elección del tema de investigación y abarca todo el recorrido del trabajo hasta la publicación de resultados. En este contexto, tanto sus actividades en la Escuela de Yipirinya (Australia) como sus investigaciones debían ser funcionales a los proyectos de la comunidad. Asimismo, los resultados también dependían de la comunidad, ya que las publicaciones sobre este trabajo debían ser aprobadas por los hablantes. Hacia el final del capítulo, Wilkins presenta un apéndice con un modelo de contrato de investigación que abarca cada uno de estos aspectos, pero que nunca fue implementado, solo discutido. Una constante en este capítulo es el choque entre los requisitos de la academia, la formación de los lingüistas, y las necesidades del trabajo de campo y los hablantes.

El capítulo VI también aborda las diferencias entre el ámbito académico y el trabajo de la lingüística de la documentación. Austin resalta la falta de formación de los lingüistas en cuestiones éticas referentes al trabajo de campo y la falta de protección de las legislaciones sobre la producción indígena. El autor plantea también la poca consideración del otro y su identidad y cosmovisión desde las mismas leyes, que no contemplan las formas de producción de conocimiento de los pueblos indígenas cuando se trata de protección de propiedad intelectual. Al respecto, desarrolla la idea, ya planteada por Grinevald, de investigación por los hablantes, presentando la necesidad de pensarlos como sujetos activos en este proceso, y de borrar la barrera entre investigadores y sujetos de investigación. Esto último implica no solo comportarse éticamente y abogar por los intereses de las comunidades, sino también compartir el conocimiento lingüístico, lo que permitirá incluso abrir nuevas perspectivas de investigación.

Se cierra de esta manera la primera parte del libro, que define la lingüística de la documentación como un área de la lingüística que se asienta en el trabajo de campo interdisciplinario y colaborativo. De estas bases depende la calidad de los corpus producidos, ya que las mismas determinan los datos recolectados. Estas características imponen la necesidad de una reflexión ética constante, que considere la subjetividad del otro con el que se trabaja. Por lo tanto, las funciones que debe cumplir el lingüista, la elección de lo que debe ser registrado e investigado, los análisis de los datos y el manejo y acceso al archivo de una lengua, deben estar también en manos de los hablantes. En paralelo, debido a que cada comunidad presenta una situación particular, es necesario revisar la formación de los investigadores. En este sentido, se destaca especialmente la formación pedagógica, ya que el lingüista deberá acompañar a los hablantes en su desempeño como investigadores de la lengua, otorgándoles las herramientas necesarias para que se desenvuelvan en este rol.

La segunda parte, como ya fue expuesto anteriormente, reúne experiencias de trabajos de LD en América del Sur. En cada uno de los textos, se puede ver cómo los investigadores retoman las ideas fundacionales de la primera parte para ponerlas en la práctica y producir reflexiones teóricas a partir de la experiencia.

El capítulo VII, de Bruna Franchetto, permite pensar los alcances de una documentación exhaustiva. La autora destaca los aspectos de la documentación de una lengua que le son útiles a un etnógrafo, a partir de las cuales sugiere formas de trabajo para integrar la información lingüística y etnográfica del corpus. Además, da cuenta de posibles cruces con la antropología desde las categorías que arrojan información para estos investigadores. Podemos ver aquí la importancia de un “buen corpus” en los términos de Woodbury, del aparato que acompaña a los datos primarios y el formato ampliado que presenta Himmelmann. A lo largo del capítulo, Franchetto transcribe fragmentos de textos documentados durante su trabajo con una comunidad del Alto Xingú en Brasil y marca los puntos de interés para los etnógrafos y posibles análisis a partir de ellos. Demuestra así que la LD produce material que es también objeto de interés para otras disciplinas. El capítulo incluye un apéndice con términos kuikuro (familia carib, Amazonía Brasileña) de parentesco, uno de los temas de interés para los etnógrafos.

A continuación, Jorge Gasché parte de la idea de que las bases de datos obtenidas luego del trabajo de campo deben ser útiles también para quienes están perdiendo su lengua. Desde esta premisa, describe los pasos que siguió a lo largo de su trabajo con los datos para obtener el material necesario para la enseñanza del huitoto (huitoto, Amazonía Colombiana y Peruana) como L2; es decir, para un proyecto de revitalización lingüística. La creación de este material implicaba pasar a lengua escrita un discurso oral, y, con este fin, un hablante de la lengua realizó una traducción libre en la que tuvo que aplicar conocimientos lingüísticos al relato de una práctica conocida (al final del capítulo, se encuentra un apéndice con una muestra de este trabajo). Además de la enseñanza, el otro objetivo, profundamente entrelazado, es elaborar un reservorio de conocimiento tradicional. Este capítulo trae a colación una característica común de las lenguas en peligro: su carácter oral.

Verónica Nercesian, autora de “Activismo lingüístico y documentación del wichí (mataguaya)”, lleva años estudiando la lengua wichí (mataguaya, Gran Chaco) y sus variedades dialectales, trabajo que enmarca en la promoción de la diversidad lingüística. Aquí, introduce el concepto de activismo lingüístico, sus incidencias en el trabajo con la lengua y presenta y analiza, a partir de esto, su experiencia de trabajo con el pueblo wichí. Identifica a los hablantes wichí como activistas de la lengua, ya que participan en actividades que intentan revertir la situación asimétrica y de inequidad social que atraviesan como pueblo originario y ciudadanos argentinos, situación que se refleja tanto en la relación de su lengua con el español como en la relación de su cultura con la hegemónica. Los wichí forman parte de actividades de documentación y capacitación en su lengua, eligen usarla y, además, integran también otros proyectos vinculados a la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. La autora se posiciona así en la perspectiva de estudio que sostiene que la hegemonía lingüística está vinculada con dimensiones sociales, políticas y económicas; en oposición a la perspectiva que concibe a la lengua como una entidad aislada. De acuerdo con la primera posición, un problema lingüístico no puede entenderse, ni analizarse, si no es contemplada la situación de dominación social, cultural y económica. Nercesian destaca la actitud altamente favorable del pueblo wichí hacia su lengua y dialoga con Woodbury al plantear que el cambio de perspectiva de la lingüística de la documentación se debe al activismo de los hablantes. Asimismo, desarrolla algunas de sus experiencias de trabajo con y por la comunidad, subrayando la importancia de entender cómo la documentación es concebida por la misma, y cómo esta no puede solo transmitir la concepción del investigador. Siempre a expensas de acompañar una investigación con los hablantes, Nercesian muestra los roles que cumple según sus necesidades, oficiando como lingüista, profesora y técnica, y construyendo así el trabajo de documentación dinámicamente y de manera colaborativa.

En el capítulo X, Alejandra Vidal presenta el proceso de elaboración y resultado final de un diccionario trilingüe, pilagá-español-inglés producto de un trabajo de documentación de la lengua pilagá (guaycurú, Gran Chaco). Podemos ver aquí la relación entre descripción y documentación planteada tanto por Himmelman como por Woodbury en capítulos anteriores, como también un trabajo interdisciplinario de documentación. La particularidad del diccionario, además del hecho de ser trilingüe, radica en que contiene archivos de audio, fue elaborado por hablantes, e incluye notas etnográficas del trabajo de campo, cuentos tradicionales y actividades lúdicas, pensadas principalmente para cumplir con el objetivo didáctico del material, la revitalización de la lengua.

El capítulo XI, escrito por Florencia Ciccone, presenta una perspectiva diferente al centrar las prácticas de documentación en nuevos usos lingüísticos de jóvenes tapiete (tupí-guaraní, Gran Chaco) ante la situación de desplazamiento lingüístico en la que se encuentra su lengua. Este enfoque puede pensarse en relación con la crítica al concepto de muerte de lengua desarrollada por Courtis y Vidal (2007), que consideran las estrategias que adoptan los hablantes frente a las ideologías lingüísticas sobre su lengua y los procesos de transformación que las lenguas atraviesan. En este capítulo, la autora resalta la importancia de encontrar los espacios en los que surgen los nuevos usos de la lengua para poder llevar adelante este tipo de documentación. Ciccone destaca, en este sentido, el rol de los hablantes, que, en muchos casos, son los únicos que acceden a estos contextos de uso. Además, se desarrolla una reflexión metodológica demostrando cómo inciden en la documentación otras cuestiones, como las ideologías lingüísticas de los propios hablantes. El trabajo de los jóvenes en la documentación del tapiete tuvo como resultado la creación de proyectos de revitalización lingüística que involucran el entendimiento del proceso de desplazamiento de la lengua tapiete frente al español.

Al igual que el anterior, el capítulo XII también se centra en la población más joven. Héctor Mariano, Felipe Hasler, Rukmini Becerra y Simona Mayo relatan la experiencia de revitalización del mapudungun (aislada, Patagonia) en contextos urbanos en un Jardín Infantil en la Región Metropolitana de Chile. Como ejemplo de Educación Intercultural Bilingüe, el proyecto pone en relación las formas de aprendizaje propias de la comunidad y las de la escuela formal. Además, aborda la incorporación de pautas comunicativas del contexto urbano, un aspecto central en la circulación y los espacios de uso de las lenguas indígenas. Este trabajo permitió estrechar lazos en la comunidad y devolver a los hablantes el uso de una lengua que, para ellos, había dejado de ser instrumento de comunicación, orientando así sus objetivos a la recuperación de espacios funcionales de la lengua en contextos urbanos.

En síntesis, la publicación se construye como un espacio en el que se encuentran los aspectos teóricos centrales de lingüística de la documentación, reflexiones acerca de sus prácticas, y ejemplos de acciones en situaciones concretas. El libro es una obra de interés para quienes trabajan o desean trabajar en la documentación de lenguas, pero también para estudiantes y docentes de lingüística, o, más precisamente, lingüística antropológica, ya que presenta una constante reflexión acerca de la formación profesional. En este último punto, es necesario rescatar la existencia de programas como el DoBeS (Dokumentation Bedrohter Sprachen, “Documentación de Lenguas Amenazadas”, auspiciado por la Fundación Volkswagen, Alemania) que permitió la documentación de gran cantidad de lenguas en América del Sur, posibilitando, además, la formación de jóvenes lingüistas e investigadores que ahora participan en este volumen.

Si entendemos que una lengua no es valiosa solamente como objeto de estudio o por su aporte a la diversidad cultural, sino también por ser la expresión de una comunidad, y consideramos que su amenaza da cuenta de relaciones de dominación que es necesario revertir, entonces, un desafío pendiente es resolver la contradicción entre los requisitos y la formación académica y los proyectos que parten de las necesidades de las comunidades, atentos a sus conocimientos y su forma de producirlos. Para esto, es necesario tener en cuenta el desarrollo del enfoque colaborativo en los últimos años y lo que el trabajo de campo por los hablantes demanda del lingüista que trabaja con una comunidad.

Referencias

Briggs, C. (1986). Learning how to ask. A sociolingüístics appraisal of the role of the interview in social science research. Cambridge University.

Courtis, C. y Vidal, A. (julio 2007). Apuntes para una revisión crítica del concepto de muerte de lengua. Signo y Seña, 17, 21-41.

Golluscio, L. (Comp). (2019). La etnografía del habla. Textos fundacionales. EUDEBA.

Golluscio, L. (2020). “Migración y multilingüismo en contextos urbanos: desafíos de la interculturalidad en la Ciudad de Buenos Aires. En Arnoux, E., L. Becker y J. Del Valle (Eds.), Reflexiones glotopolíticas desde y hacia América y Europa (Vol. 6, pp. 175-197). Peter Lang D.

Pratt, M. L. (1989). “Utopías lingüísticas”. En N. Fabb, D. Attridge, A. Durant y C. MacCabe (Eds.), La lingüística de la escritura. Debates entre lengua y literatura (pp. 57-74). Visor.