RASAL

LINGÜÍSTICA

Recibido: 11.12.2023 | Aceptado: 30.07.2024

DOI: https://doi.org/10.56683/rs251142

Entre el territorio y la academia. Lenguas indígenas de la Patagonia argentina en la década del cuarenta

Between the territory and the academy. Indigenous languages of Argentine Patagonia in the 1940s

Verónica S. Domínguez
Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas / CENPAT-CONICET
https://orcid.org/0000-0002-2763-9854

Luisa Domínguez
Instituto de Humanidades - CONICET
https://orcid.org/0000-0002-5214-2284

Resumen

En la década del cuarenta tuvieron lugar diferentes iniciativas para la documentación de lenguas indígenas de la Patagonia y disquisiciones teóricas acerca de sus orígenes y filiaciones genéticas. La producción édita e inédita sobre estas temáticas fue llevada a cabo tanto por etnógrafos territorianos —habitantes de la región que hacían relevamientos en terreno, de forma amateur—, como por académicos metropolitanos —profesionales que trabajaban desde instituciones como el Museo Etnográfico y el Museo de La Plata—. Estos actores, si bien de distinta formación e inscripción institucional, operaron de forma mancomunada, conformando, tal como argumentamos en este artículo, una comunidad de práctica que se hace patente en los intercambios epistolares resguardados en archivos, en las remisiones bibliográficas comunes y en las referencias cruzadas en los trabajos publicados.

palabras clave: lenguas indígenas patagónicas, historiografía lingüística; comunidad de práctica.

Abstract

In the 1940s, different initiatives took place for the documentation of indigenous languages of Patagonia and theoretical disquisitions about their origins and genetic affiliations. The published and unpublished production on these topics was carried out both by territorial ethnographers —inhabitants of the region who carried out field surveys, on an amateur basis— and by metropolitan academicsprofessionals working from institutions such as the Ethnographic Museum and the Museum of La Plata. These actors, although with different training and institutional registration, worked together, forming, as we will discuss in this article, a community of practice that is evident in the epistolary exchanges stored in the archives, in the common bibliographic references and in the cross-references in the published works.

keywords: Patagonian indigenous languages; linguistic historiography; community of practice.

1. Introducción

Los comienzos del estudio de las lenguas indígenas de la Patagonia se remontan a los primeros viajeros, cronistas y misioneros de mediados del siglo XIX, quienes desde estancias de distinta duración en los territorios se encargaron de documentar vocabularios y registrar algunas notas acerca del funcionamiento de las lenguas de la zona. En las primeras décadas del siglo XX destacan las acciones de las misiones salesianas y anglicanas en la región (Regúnaga, 2020; Malvestitti y Nicoletti, 2022) y, paralelamente, las de aficionados a los estudios de los pueblos indígenas y su organización etnolingüística (Domínguez y Vezub, 2018; De Miguel, 2022). Por su parte, con la creación de instituciones académicas como el Museo de La Plata y posteriormente el Museo Etnográfico, dependientes respectivamente de las universidades de La Plata y Buenos Aires, la Patagonia obtuvo distintos niveles de atención desde el campo científico. Roberto Lehmann-Nitsche desde la Universidad de La Plata realizó trabajos de campo que le permitieron relevar material lingüístico del gününa yajüch, aonekko ‘a’jen y selk’nam (véase Malvestitti, 2014, 2015; Malvestitti y Orden, 2014) entre 1900 y 1920; Félix Faustino Outes en la década del veinte desde la Universidad de Buenos Aires contribuyó con la temática a partir de documentos de archivo; sus trabajos fueron continuados en los años treinta por las investigaciones de Milcíades Alejo Vignati desde La Plata que analizamos en este artículo y por la sistematización bibliográfica de Benigno Ferrario (1939, 1952 y 1955)1.

En este artículo examinaremos la década del cuarenta, años bisagra para los estudios de la región patagónica, ya que se avanzó considerablemente en la sistematización y difusión de la información disponible que hasta entonces se encontraba dispersa y era desconocida en la mayoría de los casos. Los centros académicos metropolitanos de La Plata y Buenos Aires se nutrieron de las indagaciones, elicitaciones y registros fotográficos, entre otros materiales recolectados por aficionados territorianos o intelectuales de provincia (Martínez, 2013) que residían en el lugar y que tenían contacto directo con representantes de distintas comunidades indígenas. Parte de estos materiales derivaron en una propuesta de organización etnolingüística de la región a cargo de Federico Escalada en el ya clásico Complejo Tehuelche (1949), que revolucionó los estudios sobre la Patagonia2. Además, también en este período se asiste a un proceso de institucionalización del estudio de esta temática a partir de la creación del Instituto Superior de Estudios Patagónicos (ISEP), al tiempo que se propició un evento científico para su discusión: la Semana de la Patagonia. El trabajo de estos años tiene impacto aún en la actualidad por el valor de los materiales reunidos, fundamentales para la recuperación de la identidad y trayectoria de las coproductoras indígenas que aportaron en los registros lingüísticos y que quedan invisibilizadas en los textos académicos de la época.

Con el objetivo de contribuir a la historia de los estudios de lenguas indígenas en Patagonia, en este artículo buscamos problematizar la articulación entre los aportes de los actores territorianos con los de los académicos metropolitanos. Para ello, a partir del concepto de comunidad de práctica (CP), definida por Lave y Wenger (1991) y Meyerhoff y Strycharzs (2013) como un grupo de personas mancomunadas en una empresa científica, que comparten prácticas investigativas y un repertorio teórico determinado, en este trabajo nos preguntamos acerca de la posibilidad de surgimiento de una comunidad de práctica entre territorianos y metropolitanos específicamente dedicada a los estudios lingüísticos en y desde la Patagonia. Para ello, a continuación, reponemos los vínculos entre sus agendas de investigación, la circulación y uso de las documentaciones, así como las tensiones, con sus acuerdos y disensos, en el campo de los estudios de las lenguas indígenas patagónicas.

2. Desde el territorio hacia a la academia

El inicio de esta trama tiene lugar en 1942, cuando desde el Museo de La Plata se publica la primera de las tres separatas de Iconografía Aborigen del antropólogo porteño Milcíades Alejo Vignati (1895-1978)3 dedicadas a la reconstrucción de las bioiconografías y filiaciones étnicas de los principales referentes indígenas de la región. El trabajo partía de la sistematización de información y datos bibliográficos reunidos gracias al intercambio epistolar que mantuvo su autor por más de veinticinco años con el etnógrafo y maestro ambulante Tomas Harrington (1887-1967).

Desde 1911 y en el marco de la instalación de las escuelas Láinez en los territorios nacionales (TTNN), Harrington se instaló en el TN de Chubut para ejercer su oficio. Allí recorrió como maestro ambulante las localidades de Gan Gan, Carhue Niyeu, Yala Laubat y Lefí Gniyeu. Como menciona en su publicación Contribución al estudio del indio Gününa Küne (1946), fue su trabajo como maestro el que le permitió conocer a integrantes de las comunidades indígenas que le proporcionaron información para sus relevamientos lingüísticos. Su labor como funcionario estatal lo llevó, en 1924, a radicarse en el TN de La Pampa, pero cinco años después regresó a Chubut. Desde allí, retomó la tarea de relevamiento con sus “asesores” y “maestros indígenas” (Harrington, 1935, p. 60; 1946, pp. 243, 245, 259 y 269) y dio continuidad a su trabajo documental. Entre sus relevamientos en terreno más significativos se encuentran la confección de vocabularios de la lengua gününa yajüch, listas léxicas, frasearios, datos de onomástica y genealogía, cantos, leyendas, datos botánicos, toponimias y fotografías tomadas en ceremonias. También registró en menor medida términos del mapuzungun y del aonekko ‘a’ien4.

Motivado por sus inquietudes lingüísticas y ante la imposibilidad de acceder a bibliografía específica por encontrarse en la Patagonia, Harrington comenzó a establecer vínculos epistolares con intelectuales del campo antropológico argentino. En diciembre de 1922 le escribió a Roberto Lehmann-Nitsche para solicitarle asesoramiento y bibliografía sobre “la raza araucana, especialmente diccionarios y vocabularios de su idioma” (Harrington a Lehmann-Nitsche, 21/12/1924), con la intención de conformar un vocabulario de esta lengua. En esta carta explicitaba algunas de las dificultades a las que se enfrentaba para el análisis lingüístico, por ejemplo, la tarea de dilucidar el significado de ciertos sufijos, y aclaraba que su única fuente de información eran, hasta el momento, los propios indígenas. Lehmann-Nitsche respondió a su pedido con materiales de la temática solicitada (Lehmann-Nitsche a Harrington, 21/08/1924).

No obstante, la correspondencia de mayor relevancia, tanto por la extensión en el tiempo como por el vínculo intelectual, es la que Harrington mantuvo con Vignati. Por más de veinticinco años intercambiaron cartas e información relativa a los pueblos indígenas de la Patagonia, una práctica habitual de los académicos metropolitanos, quienes usufructuaban los relevamientos en terreno llevados adelante por los intelectuales de provincia. Este intercambio fue crucial para la elaboración de algunos de los trabajos más destacados de Vignati —como la ya mencionada serie Iconografía Aborigen (1942, 1945 y 1946) y Toponimia del Gününa Küne (1986)—, en la que recuperaba los datos e informes etnográficos que le proporcionaba regularmente Harrington, pero también se evidencia en Apuntes para el estudio del Nguillatun Argentino (1967), donde Vignati retomó registros de otros maestros de los territorios nacionales5.

La relación intelectual y epistolar con Harrington fue valorada positivamente por Vignati en sus diversas publicaciones:

(...) he entrado en relación intelectual con el señor Tomás Harrington, cuyos vastos conocimientos relativos a usos, costumbres e idioma de los Gününa Küne y Aóeni Ken’k sólo son superados por su bondadosa condescendencia e inagotable buena voluntad. Fuera de las monografías que está elaborando para ser publicadas en las series del Museo de La Plata, ha tenido la gentileza de proporcionarme —con un desprendimiento que obliga mi gratitud— una copia interesantísima de datos, referentes a algunos de los aborígenes integrantes de esta iconografía, obtenidos durante sus vinculaciones con los elementos sobrevivientes de esas entidades indígenas. No obstante la ilimitada autorización que me ha dado para su uso, creo correcto y conveniente transcribir textualmente sus informaciones cada vez que emplee sus valiosas referencias no tanto con el deseo de justificar mis aseveraciones como para destacar el mérito a que es acreedor. (Vignati, 1942, pp. 13-14. El destacado es propio)

El último fragmento evidencia un gesto de reconocimiento de parte de Vignati (1942) de la tarea de Harrington al atribuirle en el material publicado su autoría cuando corresponde. De hecho, en Toponimia explicitaba que las incorporaciones al original, señaladas en corchetes, provenían de cartas que le enviaba Harrington. Entre los intercambios entre Harrington y Vignati, como mencionamos, se destaca el envío de cuadernos inéditos6, en los cuales queda en evidencia que la información brindada se correspondía con la agenda de investigación del antropólogo, ya que las genealogías y la reconstrucción onomástica realizadas por Harrington sobre los principales longkos y gamakias son los que finalmente fueron publicadas.

Antes de que me olvide. Revisando los cien mil cuadernos y libretas de mis apuntes, en procura de datos de Sakmata y otros para proporcionárselos, he dado con una anotación sobre el “árbol del gualichu” (a indios nunca he oído esta expresión) que yo observé allí por 1914 entre Chasicó y Dos Pozos de que le escribí hace algún tiempo. (Harrington, S/F Cuaderno I, p. 16)

En Iconografía Aborigen Vignati reconstruyó el panorama étnico de la región con la información disponible hasta ese momento, a partir de las fotografías tomadas por Hermann Ten Kate desde el Museo de La Plata (véase Farro, 2009) y los datos proporcionados por Harrington. Los cuadernos que remitía Harrington incluían no sólo la información solicitada por Vignati, sino que también evidenciaban los pedidos recíprocos (bibliografía, datos, traducciones, fotografías, etc.) y las preguntas e inquietudes que respondían a sus propios intereses investigativos relativos a la toponimia y a las disquisiciones etimológicas del gününa yajuch. Así, Harrington no se limitaba a brindar datos de sus coproductores indígenas y sistematizar fichajes bibliográficos, sino que además planteaba cuestionamientos metodológicos a Vignati vinculados a la dificultad de determinar filiaciones étnicas por medio de la onomástica. Tal es el caso de esta síntesis compartida en 1942 mediante correspondencia7, que Vignati incorpora en una publicación de ese mismo año:

  • Araucano, Gününa Küne y Aóeni Kenk estaban muy mezclados entre sí en la segunda mitad del siglo XIX.
  • Para entonces no había ningún Gününa Küne ni Aóeni Kenk puro.
  • El proceso de disolución se opera desde mucho antes de la segunda mitad del siglo XIX.
  • El origen racial de un indio es imposible averiguarlo por el apellido.
  • Por su situación geográfica respecto a los Araucanos y en razón también del predominio numérico de éstos, principalmente después de 1880 (conquista del Desierto), los Gününa Küne fueron los más afectados (Vignati, 1942, pp. 14-15).

Posiblemente las publicaciones tempranas de Harrington (1925, 1933, 1935, 1943) hayan sido motorizadas por Vignati a modo de retribución. En un artículo sobre yacimientos en los márgenes del río Gualjaina explicitaba que colectó piezas con el objetivo de “informar al profesor Milcíades Alejo Vignati quien tiene a estudio la colección” (1945, p. 171). Además, constaban en los intercambios los recurrentes pedidos de Vignati a Harrington de que este publique sus hallazgos para luego poder citarlos. En una carta dirigida a Federico Escalada, Harrington le comentaba que por cuestiones de salud había dejado de trabajar en sus “comenzados trabajos patagónicos” (Harrington, 23/08/1949), y que solo se dedicaría a los compromisos de publicación asumidos con Vignati y el Museo de La Plata. Se refería concretamente a Contribución… y a la Toponimia.

Contribución al estudio del indio Gününa Küne (1946), publicado por el Museo de La Plata, consiste en una sistematización de los antecedentes éditos existentes e información proporcionada por sus “maestros indígenas”8 durante sus prolongadas estancias en la Patagonia. En esta publicación, también presentaba discusiones en torno al etnónimo, definía el “área de dispersión” y aportaba datos genealógicos y onomásticos.

En cuanto a la Toponimia del Gününa Küne, es publicada por Vignati en 1968, un año después del fallecimiento de Harrington. Allí daba a conocer su material inédito en torno a los onomásticos territoriales y una sistematización a su cargo en la que recuperaba, a modo de prólogo, fragmentos de correspondencia y realizaba agregados y rectificaciones. En una nota introductoria Vignati (1968) aclaraba: “A mi pedido, no obstante lo precario de su salud, dedicó sus últimos meses de vida a la redacción de esta Toponimia de la que me hizo entrega su señora hija Nilda Ethel Harrington” (p.1). La metodología de trabajo de Harrington en esta obra consistió en el acopio y fichaje crítico de fuentes, el cotejo cartográfico y la explicación erudita de cada topónimo. Vignati realizó una selección de la copiosa recopilación del maestro al publicar finalmente una treintena de entradas9.

Además de las remisiones recíprocas entre Harrington y Vignati, existieron otros hitos en los que convergieron estos estudiosos de la Patagonia. Posiblemente uno de los acontecimientos más importantes haya sido la inauguración, en 1948, del Instituto Superior de Estudios Patagónicos (isep), una institución científica que reunió a intelectuales de provincia —Harrington, sin embargo, no participó— y metropolitanos, impulsada por el General de Brigada Armando Raggio. Como primera presidenta de la institución, se designó a la profesora Berenice de Lara de Brunatti10 y, como vicepresidente, al coleccionista e inspector y maestro de escuelas Antonio Garcés11. Este último sería quien presentó a territorianos y metropolitanos a partir de sus vínculos personales con Vignati, ya que habían sido compañeros de escuela en Buenos Aires y habían mantenido desde entonces una amistad (2017, DILA, Fondo Rex González, Relato de la Patagonia). Posiblemente, por su rol de inspector en los territorios, Garcés haya sido artífice fundamental en la articulación de la red entre territorianos y académicos. Además, se designaron como miembros correspondientes a los representantes del Museo de La Plata y Etnográfico Vignati y José Imbelloni12, junto a otros académicos de los institutos porteños Romualdo Ardissone y Federico Daus—, como también a aficionados a los estudios patagónicos residentes en la región —Armando Braun Menéndez y Aquiles Ygobone— y salesianos que también habitaban allí —Raúl Entraigas y Alberto De Agostini—. El secretario general fue Escalada, un médico militar que desde inicios de la década del cuarenta se encontraba desempeñando funciones en la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia.

Desde ese rol, Escalada logró publicar un año más tarde, a mediados de 1949, El Complejo “tehuelche” (primer y único número de una serie denominada “Estudios de etnografía patagónica”), publicación que constituyó uno de los acontecimientos que dan cuenta de lo productiva que fue la década del cuarenta para los estudios patagónicos. La preparación de este libro fue fruto de sus recorridos sanitaristas durante siete años por Comodoro Rivadavia, Río Mayo y el departamento Alto Río Senguer (Escalada, 1949, p. 21). Allí se vinculó con Agustina Quilchamal13, su “informante principal”, “incomarable anciana”, “enciclopedia de cultura aborigen” (Escalada, 1949, p. 298) con otros colaboradores fundamentales como su marido, Félix Manquel, quien lo vinculó a su vez con otros hablantes (Perea, 1989).

El rol de las coproductoras fue decisivo para legitimar su controvertida propuesta, que ponía en cuestión el ya clásico planteo de Lehmann-Nitsche (1913, 1922) acerca de los grupos lingüísticos Chon y Het. El trabajo empírico a través del contacto directo le permitía distinguir su propuesta de otras hipótesis clasificatorias basadas en relevamientos previos de escasa calidad, según su criterio:

La lectura de los trabajos escritos en los últimos cincuenta años deja perplejo al estudioso de estos temas ante el hecho inusitado de que, existentes a millares los indios de la Patagonia, con plena y casi exclusiva utilización de sus lenguas primitivas, se tomen como base de clasificación y de trabajos con pretensiones definitivas, tan solo pobres e imperfectos vocabularios de viajeros y exploradores de siglos atrás, desprovistos de seriedad en algunos casos, de idoneidad en otros, y en los cuales se emplearon las más variadas formas gráficas, caprichosas e improvisadas, donde los yerros más groseros saltan a la vista frecuentemente. (Escalada, 1949, p. 13)

En esta misma línea, Escalada (1949) consideraba que los datos más confiables eran, precisamente, los de Harrington y los suyos por el trabajo con “auténticos representantes”, lo que dotaba de legitimidad las investigaciones desarrolladas desde el propio territorio:

La lectura de los trabajos del señor Tomás Harrington y algunas notas del profesor Vignati en que se hace copiosa cita de cartas de aquél, así como el resultado obtenido en investigaciones personales realizadas en el departamento Sénguer (Zona Militar de Comodoro Rivadavia), junto a indígenas que auténticamente representan las poblaciones vernáculas, nos ha llevado al convencimiento de que, en lo referente a etnología de la Patagonia, sólo pueden esperarse frutos utilizables alejándose un poco de la información exclusiva de biblioteca, llegando a las únicas fuentes que, aún hoy, brindan la pureza de su caudal casi inexplorado. (Escalada, 1949, p. 1)

Las numerosas contribuciones que logró recibir de los hablantes le permitieron construir su propia propuesta filiatoria, basada en un análisis comparado entre registros previos y sus relevamientos de campo según la plantilla preestablecida por Lehmann-Nitsche (1913) para las lenguas Chon. Entre sus propuestas más fuertes y criticadas aparece el intento por estabilizar el nombre del complejo étnico como “tehuelche”. Vignati (1949) en el prólogo de la obra presenta como su crítica central el tema del nombre y ofrece como alternativa el término “patagón” (p. 25). En esta misma línea, Harrington (1949), en una carta enviada ese mismo año, le criticaba extensamente la denominación del complejo, con argumentos que iban desde la propia procedencia del término tehuelche hasta la extensión del territorio patagónico que para el maestro excluía a Neuquén y Tierra del Fuego (Harrington a Escalada, 23/08/1949). Imbelloni (1949), por su parte, tenía una perspectiva diferente frente al asunto. En una reseña del libro publicada en Runa, aclaraba no tener ningún problema con el etnónimo adoptado y consideraba que esta era una discusión obsoleta: “No creo que los especialistas empleen últimamente su tiempo en pelearse por meras cuestiones de nomenclatura” (p. 234).

Más allá de las críticas, la publicación de El Complejo fue valorada muy positivamente por los metropolitanos, quienes coincidieron en celebrar la emergencia de la figura de Escalada como una novedad en el campo científico: “este nuevo especialista, que surge de modo inesperado y hace sentir su voz con tanta dignidad desde un punto del territorio argentino en que nadie sospechaba que se encontrasen estudiosos tan provectos” (Imbelloni, 1949, p. 228); “aunque recién llegado a las ciencias del hombre, Escalada se nos presenta como un verdadero especialista” (Imbelloni, 1949, p. 17). La calidad de sus argumentos basados en nuevos datos empíricos para polemizar con la tradición etnológica previa llamó la atención de los universitarios y permitió su incorporación en el circuito científico nacional desde el isep. Era tal el valor de la obra de Escalada que fue considerada la apertura de una nueva etapa para los estudios patagónicos:

Esta obra modifica casi todas las ideas corrientes sobre la antigua Patagonia, y las clasificaciones aceptadas en el momento actual. Con ella se abre una nueva época de la investigación y se presentan en primer plano nuevos hombres, impacientes de dar a conocer los frutos recogidos o a recoger en el terreno y el laboratorio. (Imbelloni, 1949, p. 236)

Si bien los aportes desde el territorio recién comenzaron a “descubrirse” y reconocerse en las universidades alrededor de la década del 40, como se ve en la cita, aquello que desde los centros académicos se consideraba una excepcionalidad fue, en realidad, una práctica sostenida durante décadas por actores pertenecientes a distintas agencias (véase Domínguez, 2021) y tuvo su sistematización y circulación a partir de publicaciones en las redes tradicionales en la década que nos ocupa.

3. Desde la academia hacia el territorio

El año 1949 no solo fue bisagra por la publicación de El Complejo, sino también porque fue entonces cuando se realizaron dos expediciones más al territorio en las que confluyeron gran parte de los actores involucrados en esta trama. Por un lado, la del Museo de La Plata liderada por Vignati, y por el otro, la expedición del Museo Etnográfico liderada por Imbelloni, de mayor relevancia para este trabajo por los objetivos y la información relevada.

En sus primeros años de desempeño profesional, Vignati había trabajado como encargado de la Sección de Antropología en el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires, cargo que le permitió encabezar, en 1930, una de las dos únicas expediciones a la Patagonia impulsadas por este Museo hasta ese momento con el objeto de “ir jalonando nuestro lejano sur con investigaciones que permitieran establecer (...) la distribución geográfica de los pueblos patagónicos” (Vignati, 1934, p. 82). Posiblemente fue durante esta primera expedición que Vignati logró establecer los primeros contactos con los intelectuales de provincia. Expuso los resultados en una conferencia en 1932 y luego en una publicación del Museo de La Plata en 1934, a pesar de que la expedición había sido financiada por el Museo Etnográfico, lo que despertó el recelo del director de esta institución, Félix F. Outes. Este hecho podría explicar la temprana ruptura de Vignati con el Museo Etnográfico (véase Domínguez, 2020).

Casi veinte años después, en 1949, desde el Museo de La Plata, lideró la segunda expedición, que tuvo como destino la Zona Militar de Comodoro Rivadavia y Santa Cruz, y fue la primera de un plan de viajes anuales al territorio Patagónico desde la Sección de Antropología que por entonces él dirigía, aunque sin embargo no tuvo continuidad. La comitiva estuvo integrada por Alberto Rex González y otros miembros del Museo. A ellos se sumaron algunos de los intelectuales locales antes mencionados, como Federico Escalada y Antonio Garcés, y el ingeniero Miguel Rodríguez Romero, quienes oficiaron de anfitriones en la región. Aunque algunos de los resultados del relevamiento fueron considerados incluso por los mismos antropólogos como un fracaso por la reticencia del propio Vignati al trabajo de campo (2017, DILA, Fondo Rex González, Relato de la Patagonia), logró publicar parte de lo relevado en separatas de la Sección de Antropología del Museo de la Plata (Vignati, 1950).

Además, si bien los asistentes de Vignati lograron reunir una gran cantidad de material arqueológico en las cuevas del río Pinturas, este no fue analizado posteriormente. Más allá de una mención en el Informe Antropológico a cargo de Antonio Di Benedetto en el Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, el relato de Rex González en esa misma publicación y el comentario de Vignati en el artículo de la Revista del Museo de La Plata, la expedición de este museo fue mucho menos capitalizada que la del Etnográfico. Sin embargo, su gran valor para nuestro trabajo radica en que es entonces cuando se inicia el contacto de los investigadores con Belteshum / Matilde Casimiro Saynahuel14 y su familia:

Durante nuestra estada en el cañadón Charcamac supimos de la existencia próxima a la margen derecha, aguas abajo, del río Pinturas— de una anciana apellidada Chapalala, por el nombre de su esposo ya difunto. En consideración a la edad casi centenaria que se le atribuía, sospeché que podría ser una supérstite de la agrupación aborigen que hablaba el téushen (de acuerdo con la grafía más en boga). No pasaron muchas semanas sin que mi opinión se viera confirmada. Se trata de Béltenshum (lám. IX), ciega en absoluto, cuya edad puede calcularse en 90 años. Dada la indigencia en que vivía, solicité del señor Gobernador, General Julio A. Lagos —quien accedió de inmediato— fuese trasladada a Comodoro Rivadavia donde no sólo se la pudiese atender, sino, al mismo tiempo, se la estudiase desde el punto de vista lingüístico y etnográfico. En su busca fueron los miembros del Instituto Superior de estudios patagónicos doctor Federico A. Escalada e ingeniero agrónomo Miguel Rodríguez Romero, con eficaz colaboración de la Agrupación Patagonia del Ejército. (Vignati, 1950, p. 16)

El relato de Vignati (1950) posiblemente se base, nuevamente, en la experiencia ajena vivenciada por otros investigadores, ya que según expresa el propio Rex González en audios con la relatoría sobre la expedición, el investigador pasó gran parte de la campaña científica en el hotel de Comodoro Rivadavia por lo incómodo de la estadía en el campamento. En la nota que publica en el Boletín, sin mencionar las causas, Rex González (1949) deja constancia del rol prácticamente ausente de Vignati durante la etapa de exploración: “El profesor Vignati, desafortunadamente, sólo pudo visitar uno de los abrigos rocosos, el del cañadón Charcamac, debiendo regresar posteriormente a Comodoro Rivadavia” (p. 76)15.

El viaje del Museo de La Plata, si bien estuvo focalizado en estudios arqueológicos, propició este encuentro casual con la familia Casimiro y, más concretamente, con la hablante de teushen, Belteshum. Su conocimiento de la lengua motivó algunas expediciones posteriores con el objeto de registrar “sus últimos suspiros” (Bórmida a Imbelloni, 6/02/1954. Fondo Imbelloni, AME. Citado por Domínguez, 2020, p. 75), debido a su avanzada edad. El contacto con los investigadores condujo a su traslado a Comodoro Rivadavia a los fines de internarla en un nosocomio local para, así, lograr registrar el teushen antes de su fallecimiento.

(...) Su miseria era impresionante —me escribió el doctor Escalada, dándome cuenta de su misión— todo su ajuar se redujo a dos husos, algo de hilado, su pipa, agujas, algún trapito. Se la extrajo de su rancho, por un terreno fragoso, cuajado de riscos, que impiden el tránsito por medios mecánicos. Aunque parezca mentira —sigue diciendo el Doctor Escalada refiriéndose a Beltenshum— toleró perfectamente las tres leguas a caballo, subiendo, bajando y viajando en la parte del cruce del río en reales condiciones de peligro. (Vignati, 1950, p. 16)

En el marco del cincuentenario de la ciudad de Comodoro Rivadavia en 1951, Escalada (1949) escribió una nota titulada “Contribución a la prehistoria y a la protohistoria de la Patagonia Central (Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia)” en la que, entre variadas temáticas, presentó una serie de fotografías de la expedición y una de la anciana internada en el hospital de esta ciudad. Decía haber tomado un corto vocabulario en el campo que, según expresaba, esperaba publicar en breve tiempo (pp. 76-77). Rex González (2017) comenta que Escalada había llevado al trabajo de campo una copia del pequeño vocabulario de Carlos Ameghino que había permitido el cotejo y reconocimiento de que la lengua de Belteshum era el teushen, lo que el arqueólogo valoró como un hallazgo etnográfico, desde el punto de vista lingüístico, de gran importancia. Sin embargo, por la falta de recursos técnicos no pudieron realizar un registro exhaustivo lo cual fue remarcado como “una desgracia de la ciencia”, ya que no se tomaron las medidas pertinentes para “preservar del olvido definitivo la existencia de todo un dialecto” (DILA, Fondo Rex González, Relato de la Patagonia, 2017).

La expedición de Imbelloni, por su parte, comenzó a gestarse ni bien asumió la dirección del Museo Etnográfico y del Instituto de Antropología de la Universidad de Buenos Aires en 1947, en diálogo con un proyecto iniciado dos años antes desde Bariloche por Enrique Amadeo Artayeta, jefe de la División de Museos Regionales de la Administración General de Parques Nacionales y director del Museo de la Patagonia. El objetivo articulado de ambos directores era actualizar los estudios antropológicos acerca de los pueblos indígenas del territorio patagónico con relevamientos en terreno, coincidente con el proyecto político del primer peronismo16.

Entre la información recabada, consistente en mayor medida en datos antropométricos y fotografías17, también se documentó un vocabulario aonekko ‘a’ien de aproximadamente cuatrocientas entradas léxicas (publicado en Domínguez y Fernández Garay, 2022), como así también arte verbal (Perea, 1989; Domínguez y Fernández Garay, 2022). De los registros participaron, entre otros coproductores, Yaknek Chapalala, que era hijo de Beltelshum, y Agustina Quilchamal18. En ambos casos, los contactos previos de Escalada y Vignati con las familias Quilchamal y Casimiro fueron fundamentales para el registro de Imbelloni. De hecho, el propio Escalada participó también de esta comitiva y cumplió un rol fundamental, junto con Marcelo Bórmida19, en concreción de los registros lingüísticos.

A diferencia de la anteriormente explicada, esta expedición fue considerada uno de los estudios antropológicos sobre la Patagonia más importantes de la época. El trabajo en el territorio con relevamientos de datos de distinto tipo a partir de técnicas actualizadas fue entendido como un aporte fundamental para el conocimiento sobre el pueblo aonekkenk:

Dentro de tanta deficiencia documental y de su pobre valor formal e intrínseco, la ‘expedición’ de 1949 del Instituto de Antropología de Buenos Aires a los territorios de Santa Cruz y del Chubut meridional, organizada y dirigida por J. Imbelloni, inicia una era de total renovación en nuestros conocimientos sobre los idiomas patagónicos. Aunque la finalidad principal de las investigaciones a realizarse era la Antropología física, no fue olvidada la importancia del factor lingüístico y, por primera vez la recolección del material se ha realizado de acuerdo con las exigencias de la Ciencia del Lenguaje. La lista de palabras ha sido completada con frases y hasta con alguna canción, producto genuino indígena de generaciones pasadas, y todo grabado en alambre y un aparato Webster. (Ferrario 1952, p. 6)

En el Informe Antropológico del Boletín Bibliográfico de 1949 mencionado anteriormente, se evaluaba a ambas expediciones como un importante aporte acerca de los estudios universitarios de la región, suspendidos durante casi cuatro décadas:

Dentro del panorama general, es necesario hacer resaltar el hecho de que, por intermedio de dos expediciones casi sincrónicas, la Patagonia readquiere una posición de primera importancia en los estudios antropológicos argentinos. En efecto, luego de la actividad registrada hasta fines del siglo pasado merced a los ininterrumpidos viajes de exploradores extranjeros y argentinos (Falkner, Musters, Cox, Viedma, Burmeister, Villarino, Moreno, Moyano, Fontana, etc.) que nos impusieron de la existencia de los territorios patagónicos y de sus habitantes, sobrevino un largo período en que no hubo muestras de afán verdaderamente científico, aunque no estuvieron ausentes los visitantes y los escritores que nos mantuvieron en contacto con las realidades de la región. Faltó la información concreta, sobre todo en el aspecto que más nos interesa, es decir, los habitantes autóctonos, los Tehuelche. (Di Benedetto, 1949, p. 74)

El último evento de relevancia de este productivo año para los estudios tehuelches fue la celebración de la Semana de la Patagonia organizada, nuevamente, por el Museo Etnográfico entre el 24 y el 28 de octubre, con el objetivo de reunir las investigaciones recientes acerca del pueblo tehuelche y para “iniciar y organizar los estudios de la lengua Aóniko-aish propia de los Tehuelche meridionales” (agffyl, D-3-6, p. 23). En palabras de Imbelloni, con el evento se proponían:

(...) comunicar a los interesados en cuestiones de la Patagonia, que son muchos en el país y bien caracterizados en el círculo de los estudiosos, los adelantos que se han conseguido recientemente en el conocimiento etnográfico, lingüístico y somatológico de los Patagones y en el estudio de la enorme producción lítica que integra su arqueología. (agffyl, D-3-6, p. 24)

Fueron cuatro días en los que confluyeron en el antiguo edificio ubicado en el barrio porteño de San Telmo varios de los integrantes del isep —Lara de Brunatti, Escalada, Garcés, Leoncio Deodat 20 y el juez y antropólogo aficionado, Ernesto Sourrouille—, además de Agustina Quilchamal21, quienes viajaron desde el Sur para dicho evento. Asimismo, asistieron antropólogos y especialistas cercanos al equipo del Etnográfico como el fonetista Ivar Dahl, el geógrafo Ardissone, que era integrante del isep, como mencionamos anteriormente, y el antropólogo Antonio Serrano, entre otros. A pesar de las líneas de trabajo en común, no hubo invitados del Museo de La Plata, hipotetizamos que como consecuencia de las vicisitudes acontecidas durante la expedición y de la ruptura de Vignati con el Museo Etnográfico.

La inauguración del evento se focalizó en dos grandes logros respecto de los estudios patagónicos de ese año: la creación del isep y la expedición realizada desde el Museo Etnográfico. La primera exposición estuvo a cargo de la profesora de Lara de Brunatti, presidenta del isep, quien ofreció una conferencia sobre la situación de pobreza por la que atravesaban las poblaciones tehuelches. Posteriormente, el propio Imbelloni presentó una síntesis de las tareas realizadas por cada integrante de la comitiva de la expedición a su cargo, con la colaboración de Antonio Di Benedetto, quien presentó el itinerario en un mapa. Se proyectaron, a su vez, las fotografías de la expedición y de los coproductores. Como es de suponerse, así como no hubo invitados del Museo de La Plata, tampoco pareciera haber habido menciones especiales a la campaña encabezada por Vignati.

El segundo día de estas jornadas se destinaron específicamente al “factor lingüístico” del grupo tehuelche. La primera de las ponencias estuvo a cargo de una de las mayores autoridades en el tema, Escalada, quien expuso una síntesis de El Complejo Tehuelche acerca de los tres grupos que lo conformarían, según su propuesta. Seguidamente, Ernesto Sourrouille ilustró las relaciones entre el nombre de una formación basáltica (el cerro Kmowaish) y su etimología indígena. Por último, el fonetista Ivar Dahl brindó una conferencia técnica acerca del Alfabeto Fonético Internacional (AFI), con la que se buscó convencer a los investigadores presentes de la conveniencia de su utilización para superar la inestabilidad de las transcripciones fonéticas de las documentaciones venideras. A modo de estudio de caso, también se convocó a Agustina Quilchamal, quien ofició, en calidad de hablante de aonekko ‘a’jen, como consultante para realizar transcripciones de la lengua a partir de la demostración de Dahl.

En la última jornada del evento se realizó la presentación de materiales arqueológicos por parte de Antonio Serrano, Osvaldo Menghin, Antonio Garcés y Willem Ruysch. En el cierre del evento Imbelloni propuso la creación de un “refugio tehuelche” para la “conservación” cultural del pueblo.

La concreción de este evento pone en evidencia la centralidad del isep en la articulación de los trabajos con eje en Patagonia Sur, ya que sus integrantes fueron los únicos invitados por fuera del personal del Museo en calidad de expertos. El Museo Etnográfico, por su parte, desde su posición central en el ámbito académico, organizó estas jornadas como un espacio de intercambio entre especialistas en la temática, además de que permitió poner en valor la expedición gestionada desde el propio Museo. Llama la atención, por un lado, la participación de políticos y militares en el acto de apertura del evento, lo que revela el interés político por la región, y, por el otro, como ya hemos resaltado, la ausencia de funcionarios del Museo de La Plata. Los académicos metropolitanos, evidentemente, no hicieron dialogar sus proyectos institucionales sobre Patagonia, a pesar de coincidir como autoridades del isep.

Tiempo después, el Museo Etnográfico organiza nuevas expediciones a la Patagonia Central para iniciar estudios de la “prehistoria”, que revelan la atención preferencial de los antropólogos histórico-culturalistas por este territorio. En cuanto a los relevamientos lingüísticos, luego del vocabulario aonekko ‘a’jen registrado en 1949, en abril de 1951 Imbelloni anuncia la llegada de un nieto de Thomas Bridges, con quien planifica reunirse para hacer nuevos relevamientos (agffyl, ag-289). Mientras que, un año después, hace explícito el particular interés por los estudios sobre esta región, para lo cual propone el diseño de una encuesta destinada a especialistas, con el objeto de integrar un proyecto de estudio colectivo que permitiera aclarar el panorama etnológico priorizando los conocimientos y datos relevados en terreno (Imbelloni, 1952, p. 134). Finalmente, en el último año de su gestión, nuevamente Bórmida22 logró recolectar material sobre lenguas patagónicas.

4. Comunidad de práctica: confluencia de las agencias

Como indicamos en la introducción, CP se define como un grupo de personas mancomunadas en una empresa científica, que comparten prácticas investigativas y un repertorio teórico determinado. En el análisis que presentamos en este artículo, uno de los recursos centrales que nos permitió reconocer el diálogo y la empresa común fue, precisamente, el intercambio epistolar entre los autores, que complementó y enriqueció los trabajos publicados y que también permitió revelar aquellos vínculos entre investigadores que vivían en el territorio y académicos con filiaciones institucionales que operaban como articuladores de eventos, expediciones y publicaciones.

De acuerdo con nuestra lectura, las distintas agencias analizadas perseguían objetivos y metodologías divergentes: mientras que desde la academia se proponían hacer una cobertura integral acerca de los pueblos indígenas de la Patagonia a partir del trabajo de gabinete, los intelectuales provincianos desarrollaron estudios de campo de las comunidades con las que iban interactuando. Sin embargo, de acuerdo con el análisis propuesto, entendemos que es posible reconocer una empresa común cuyo objetivo era llenar un área de vacancia científica en un contexto político en el que la Patagonia tenía un interés particular por su valor geopolítico. En este sentido, el grupo de académicos llevó adelante una labor de gabinete, facilitado por el usufructo de las documentaciones impulsadas por los etnógrafos territorianos para el desarrollo de sus propias producciones. Tal como vimos, este es el caso de Vignati y de Imbelloni, quienes basaron sus producciones en las investigaciones y la colaboración de los territorianos a través de correspondencias y el contacto directo gracias a las campañas que iniciaron los académicos. A su vez, es posible reconocer un repertorio compartido de bibliografía en torno a los registros lingüísticos previos efectuados en el territorio patagónico, que intercambian mediante correspondencia, al tiempo que se identifican permanentes referenciaciones mutuas.

Son los académicos institucionalizados quienes se encargaron de hacer circular las indagaciones en terreno dentro del ámbito académico a partir de espacios de publicación pertenecientes a las instituciones en las que trabajan, lo que propició una estructura interna de liderazgo al operar como referatos científicos de los relevamientos e hipótesis de los aficionados. Este es el caso de Vignati con las documentaciones de Harrington, o la publicación de Vignati con los resultados de la expedición de 1949 en la que prácticamente no participa. Algo similar sucede con los estudios del Museo Etnográfico encabezados por Imbelloni, que contaron con la colaboración central de Escalada, quien ofició de anfitrión de la expedición y que, además, facilitó la colaboración de Agustina Quilchamal. El crédito de los aportes se les atribuye a los académicos metropolitanos, quienes se encargaron de publicar los trabajos con su propia autoría, de prologar la producción de los intelectuales de provincia y de elaborar reseñas críticas de sus noveles publicaciones, además de ser ellos quienes finalmente deciden la validez de esos aportes: los organizan, los ponen en circulación y los difunden.

Sin embargo, en este caso, podemos pensar más que en una estructura jerárquica dentro de esta CP, en un sistema de nodos de liderazgos diversos que articularon esfuerzos investigativos en pos de la empresa común. La relación entre los actores intervinientes fue interesada, ya que los territorianos canjearon objetos de la cultura material de los pueblos y facilitaron el contacto con hablantes de las lenguas a cambio de mayor acceso a las nuevas tecnologías de registro (como grabadores o cajas antropométricas), bibliografía actualizada y la posibilidad de publicar en revistas científicas. Como hemos expuesto, es posible afirmar, entonces, un trabajo colaborativo en el que los territorianos proporcionaron datos e hipótesis filiatorias de central relevancia para discusiones que ya venían dándose en el ámbito académico. El aporte central fue que pusieron en valor a los datos relevados en terreno, frente a los estudios de gabinete. La continuidad de esta cooperación queda trunca luego de la muerte prematura de Escalada que tiene como consecuencia la posterior disolución del isep, un intento de institucionalización de los estudios etnográficos y lingüísticos en los territorios patagónicos.

5. Conclusión

A partir de una exploración de archivos institucionales y privados, con este artículo buscamos poner en diálogo los hallazgos y las lecturas realizadas en nuestras investigaciones particulares, con el objeto de reconstruir el desarrollo de estudios sobre lenguas patagónicas durante la década del cuarenta en Argentina. Por entonces, se identifica una producción sobre el tema que será de gran importancia no solo en ese momento, sino también en las investigaciones de décadas posteriores, como las continuadas por Bórmida, Alejandra Siffredi y Rodolfo Casamiquela. El cruce de nuestros trabajos particulares, uno de los cuales se encargó de indagar en la producción metropolitana y el otro, en la producción de intelectuales de provincia, nos permitió pensar en una comunidad de práctica entre los distintos actores intervinientes.

Consideramos que los vínculos entre las distintas agencias constituyeron un punto de inflexión para los estudios de las culturas y lenguas indígenas, ya que la legitimidad dada por los trabajos en terreno catapultó a los intelectuales de provincia como referentes de la etnografía nacional y sudamericana y, por otro lado, porque propició la vuelta a los estudios en campo de los antropólogos profesionales. Esta cooperación la hemos podido identificar no solo en los materiales publicados, sino fundamentalmente en los materiales de archivo —correspondencias y fondos de gestión institucional— e incluso en el cruce entre lo editado y lo inédito, lo que nos permitió reparar en las estrategias colaborativas que devinieron en alianzas que luego cristalizan en la creación del isep y en la celebración de la Semana de la Patagonia.

Finalmente, a partir de la indagación de archivos complementarios, esperamos haber realizado un aporte a la reconstrucción de la historia de la lingüística, al hallazgo de nuevas documentaciones que se han dado por perdidas o desconocidas y, fundamentalmente, haber puesto en valor materiales marginales que echan luz sobre cómo se forjó el conocimiento sobre las lenguas indígenas del territorio patagónico.

Abreviaturas

AME Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico; AGFFYL Archivo General de la Facultad de Filosofía y Letras; CP Comunidad de práctica; DILA Laboratorio de Documentación e Investigación en Lingüística y Antropología; TN Territorio Nacional; TTNN Territorios Nacionales; ISEP Instituto Superior de Estudios Patagónicos.

Notas

  1. Benigno Enrique Ferrario (1887-1960) fue un lingüista italiano, graduado en el Istituto Universitario Orientale di Napoli, especializado en lenguas africanas y, luego, desde su instalación en Montevideo en la década de 1920, en las lenguas indígenas de Uruguay (1969). Además, publicó El problema lingüístico de Patagonia (1952) y A propósito de tres textos en la lengua Tsóneka (1955).
  2. Por estos años, el presbítero Manuel J. Molina comienza a trabajar en estas temáticas, pero no incluimos desde el punto de vista lingüístico un análisis de su producción aquí, ya que se inscribe en la agencia salesiana (véase Domínguez y Orden, 2020).
  3. Milcíades Alejo Vignati se graduó primero como Profesor en Ciencias por la Universidad de Buenos Aires y, luego, como Doctor en Ciencias Naturales con mención en antropología por la misma unidad académica. Inició su carrera en el Museo Etnográfico de esa universidad, pero a comienzos de la década del treinta se reubicó en la de La Plata, donde se desempeñó como docente y jefe del Departamento de Antropología del Museo de La Plata, del cual llegó a ser vicedirector. Participó de los circuitos científicos nacionales e internacionales. Entre sus líneas de investigación se destacan la arqueología y antropología del territorio argentino, con particular atención a la región patagónica. Esto lo condujo a dirigir el Instituto Superior de Estudios Patagónicos (ISEP) desde el momento de su fundación, en 1948.
  4. Para profundizar sobre la práctica etnográfica de Harrington, véase Nacuzzi (2002 y 2005), Vezub (2007), Pérez (2013), Domínguez y Vezub (2018) y Domínguez (2022).
  5. En el caso de Vignati, por ejemplo, además de basarse en documentaciones y notas de Harrington, también utilizó materiales de Chubut y La Pampa relevados por maestras y maestros en el marco de la Encuesta Nacional del Folklore de 1921.
  6. Nos referimos a cuatro cuadernos manuscritos que le remitiera Harrington a Vignati. Una copia se encuentra en el Centro Documental y Biblioteca del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH-CONICET).
  7. Fechada el 11 de septiembre de 1942.
  8. Para mayores datos sobre los coproductores véase Domínguez, 2021 y 2023.
  9. Una transcripción completa de las Toponimias indígenas de Patagonia de Harrington, correspondientes a Chubut Río Negro y Santa Cruz, consistente en unas 223 fojas manuscritas fue publicada en Domínguez (2023).
  10. Berenice Delia de Lara de Brunatti, maestra normal nacional y egresada de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, por entonces ejercía como profesora de castellano, literatura y geografía en el Colegio Nacional Comercial “Perito Moreno” de Comodoro Rivadavia.
  11. Antonio Garcés, de origen rosarino, trabajó como maestro en La Pampa, Rio Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Fue un arqueólogo vocacional. En 1932, según sus descendientes, dos aborígenes lo llevan a las Cuevas de las Manos, en el río Pinturas Santa Cruz, y extrae parte de una pictografía de una mano lo que le otorgó el reconocimiento de sus colegas argentinos. En 1952 participó de un evento de arqueología “Congreso de Patagones” en cuyo marco realizaron una excursión a la Bahía San Blas. Luego de veinte años de coleccionismo, donó más de 7000 piezas al Museo Regional que hoy lleva su nombre en Comodoro Rivadavia. Publicó notas relativas a temas educativos y arqueológicos. Compartía bibliografía con Harrington y fue el propio Garcés quien lo puso en conocimiento de los estudios de Escalada y le prestó su libro (Harrington a Escalada, 23 de agosto de 1949).
  12. José Imbelloni (1885-1967), antropólogo nacido en Italia, radicado en Argentina en la década del veinte. Estudió medicina en la Universidad de Padua y se doctoró con una tesis sobre antropometría. Su desempeño en el campo antropológico argentino fue clave para la instalación del modelo de la Escuela Histórico Cultural de Viena. Fue director del Museo Etnográfico y del Instituto de Antropología de la Universidad de Buenos Aires durante el peronismo. En su gestión, estableció como una línea prioritaria el estudio del territorio patagónico.
  13. A partir de la genealogía reconstruye Escalada de Agustina Quilchamal, coproductora central de El Complejo, sabemos que era bisnieta de Guetchanoche y que fue tomada cautiva en Piedra Shotel junto a su madre y hermanos por Paillacan, padre de Foyel. Nacida en Shéhuen Pári Áike, hija de Manuel Quilchamal y María Shaynahuel, habitaba en la Reserva Chalía, en Río Senguerr, junto a sus hermanos Pedro y José. En cuanto a sus competencias lingüísticas, Escalada (1949) expresa que dominaba tanto el aóniko-áish como el mapuzungun, además de tener conocimientos del günün a yajüch y teushen, y de expresarse “suficientemente bien” en castellano, el cual aprendió “promediada su existencia” (p. 302). Su manejo de varios idiomas de la región y los valiosos datos que le proporcionó para “recoger elementos de juicio sobre los cheuache-kénk” (Escalada, 1949, p. 298) la convirtieron en un actor clave para el proyecto del gendarme. Además, también contribuyó con el registro de arte verbal, que Escalada (1949) catalogó como leyendas, cuentos, canciones y tradiciones.
  14. Belteshum (o sus variantes Beltenshum / Beltenshun) formó familia con el cacique Pedro Chapalala y se radicaron en la zona del río Pinturas (Aguerre, 2000, pp. 43 y 207).
  15. Casi veinte años más tarde, Vignati (1970) publica “El ‘misterioso’ idioma Tewsen de Patagonia” en la Revista de la Academia Nacional de Historia. Un trabajo en el que, si bien expresa que su interés nunca se centró en las “ciencias del lenguaje” (p. 13), realiza un trabajo de gabinete acerca de los estudios teushen que había hasta el momento y desarrolla diversas críticas a los aportes de Ameghino, Ferrario, Schmidt, Casamiquela e incluso del propio Escalada. Resulta llamativo que no mencione en ningún momento a la hablante Belteshum.
  16. Para una lectura en esta misma línea, véase Vezub y De Oto (2011).
  17. Rodríguez (2010) en su tesis doctoral presenta un análisis de la expedición y reconstruye escenas de documentación en las que se destaca la violencia de las técnicas aplicadas para el relevamiento de datos físicos. También, en el texto ya citado, Vezub y De Oto (2011) analizan el material fotográfico desde una perspectiva decolonial.
  18. El principal coproductor del vocabulario relevado durante la expedición de Imbelloni fue Yaknek Chapalala, sin embargo, posiblemente con fines contrastivos, participaron otros y otras hablantes del aonekko, que según pudieron reconstruir Domínguez y Fernández Garay (2023) fueron: Lorenzo Yebes, José Roldán / Rondán, Síska / Teresa Pascual, Mercedes Copolque, Camilo Yalo, J. Manchao, Juan Kaiper / Caip.
  19. Marcelo Bórmida (1925-1978) llega a la Argentina en 1946, exiliado luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial debido a su desempeño como oficial del ejército durante el gobierno de Mussolini. Al momento, había iniciado su formación en el área de ciencias biológicas en la Universidad de Roma. Luego de su llegada a Buenos Aires, inició su carrera académica bajo la dirección de Imbelloni, quien dirigió su tesis doctoral sobre craneología tehuelche, a partir de los datos relevados en una gran importante cantidad de expediciones en el territorio patagónico.
  20. Leoncio Deodat (1883-1967) fue un contador público, empleado de la administración de los Ferrocarriles del Estado en diferentes localidades de la Patagonia (Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado y San Antonio Oeste). Interesado por la geografía patagónica, desarrolló estudios que publicó en diversos artículos vinculados a la toponimia.
  21. El 14 de octubre llega a Buenos Aires Agustina Quilchamal de Manquel, acompañada por la adolescente Agustina Manquel y por Federico Escalada, quienes permanecerían en Buenos Aires entre tres y cuatro semanas para participar de la Semana de la Patagonia.
  22. Silla (2012) registra seis expediciones realizadas por Bórmida como parte de sus actividades en el marco del Instituto, entre 1948 y 1956.

Corpus

Di Benedetto, A. (1949). Moyano, MC: Carlos Moyano, el explorador de la Patagonia (Book Review). Boletín de Antropología Americana, 12(2), 157.

Escalada, F. (1949). El complejo “tehuelche”. Estudio de etnografía patagónica. Editorial Coni.

Escalada, F. (1951). Algunos problemas relativos al límite norte del Complejo “tehuelche”. Instituto Superior de Estudios Patagónicos.

Ferrario, B. (1939). El idioma de los Chonos y de los Caucáues. Physis, 16, 379-88.

Ferrario, B. (1952). El problema lingüístico de la Patagonia: su estado actual. Ediciones Keiron.

Ferrario, B. (1955). A propósito de tres textos en la lengua Tsóneka. Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República Montevideo, 14, 185-99.

González, A. Rex. (1985). Cincuenta años de arqueología del Noroeste argentino (1930-1980): apuntes de un casi testigo y algo de protagonista. American Antiquity, 50(3), 505-517.

González, A. Rex. (2017). “Relato de Patagonia. El caso de la nieta de Beltelshum - 1.” Repositorio Digital Archivo DILA. Laboratorio de Documentación e Investigación en Lingüística y Antropología (DILA), Área de Investigación, CAICYT - CONICET, 9 Apr. 2017, www.caicyt-conicet.gov.ar/dila/items/show/7778. Accessed 3 Feb. 2024.

Harrington, T. (1925). Algo sobre la lengua puelche o künnü. Anales de la Sociedad Científica Argentina, 99, 205-206.

Harrington, T. (1933). Algunas pictografías de la región cordillerana de los territorios de Río Negro y Chubut. Physis, 11, 306-307.

Harrington, T. (1935). Observaciones sobre vocablos indios. Publicaciones del Museo de Antropología y Etnografía, 3, 59-69.

Harrington, T. (1943). Keñewe o Yamjatrràwich. Imprenta de la Universidad Nacional de Córdoba.

Harrington, T. (1945). Los talleres arqueológicos de Gualjaina. Notas del Museo de La Plata, tomo X, Antropología, 32, 171-180.

Harrington, T. (1946). Contribución al estudio del indio Gününa Küne. Revista del Museo de la Plata, 2(14), 237-276.

Harrington, T. (1968). Toponimia del Gününa Küne. Investigaciones y ensayos, 5, 331-362.

Imbelloni, J. (1949). Reseña de El complejo tehuelche. Runa. Archivo para las ciencias del hombre, II (1 y 2), 227-237.

Lehmann-Nitsche, R. (1913). El grupo lingüístico Tshon de los territorios magallánicos. Revista del Museo de La Plata, 22, 217-276.

Lehmann-Nitsche, R. (1922). El grupo lingüístico ‘Het’ de la pampa argentina. Revista del Museo de La Plata, 26, 10-84.

Perea, E. (1989). ...Y Félix Manquel dijo... Fundación Ameghino.

Vignati, M. A. (1934). Resultados de una excursión por la margen sur del río Santa Cruz. Notas Preliminares del Museo de La Plata, 2, 77-151.

Vignati, M. A. (1942). Iconografía Aborigen I. Los caciques Sayweke, Inakayal y Foyel y sus allegados. Revista del Museo de La Plata, Sección Antropología, II, 13-48.

Vignati, M. A. (1945). Iconografía Aborigen II. Casimiro y su hijo Sam Slick. Revista del Museo de La Plata, Sección Antropología 2(13), 225-236.

Vignati, M. A. (1946). Iconografía Aborigen III. La tribu del cacique Olkelkkenk. Revista del Museo de La Plata, 2(15), 277-299.

Vignati, M. A. (1950). Estudios antropológicos en la zona militar de Comodoro Rivadavia. Anales del Museo de La Plata. Nueva Serie, 1, 1-18.

Vignati, M. A. (1967). Apuntes para el estudio del Nguillatun Argentino. Academia Nacional de Historia.

Vignati, M. A. (1970). El misterioso idioma tewsen de Patagonia. Investigaciones y Ensayos, 6-7, 13-26. Academia Nacional de la Historia.

Referencias

Aguerre, A. M. (2000). Las vidas de Pati en la toldería Tehuelche del Río Pinturas y el después: Provincia de Santa Cruz, Argentina. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

De Miguel, R. (2023). El mapuzungun en el ámbito neuquino (1900-1960) [Tesis Doctoral, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Sur.]

Domínguez L. (2020). Lenguas indígenas en la Argentina. Aportes para una historia de la lingüística en la primera mitad del siglo XX [Tesis Doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.]

Domínguez, L. y Fernández Garay, A. (2022). El registro lingüístico durante la expedición a la Patagonia liderada por José Imbelloni en el año 1949. Runa. Archivo para las ciencias del hombre, 43(3), 359-380.

Domínguez, L., y Fernández Garay, A. (2023). Vocablos y frases de la lengua tehuelche: Enrique Yaknek Chapalala, Lorenzo Yebes, José Roldán/Rondán, Síska/Teresa Pascual, Mercedes Copolque, Camilo Yalo, J. Manchao, Juan Kaiper/Caip, José Imbelloni y Marcelo Bórmida. En Malvestitti, M., y Farro, M. (Eds.), Documentos inéditos en lenguas fuegopatagónicas (1880-1950) (pp.539-568). Editorial UNRN.

Domínguez V. y Vezub, J. (2018). Artífices oscuros de la antropología patagónica: Gargaglione, Harrington y Escalada. I Congreso de Historia de la Antropología Argentina (CHAA). Buenos Aires, 14 a 16 de noviembre.

Domínguez, V. y Orden, M. E. (2020). El archivo de Manuel Molina: continuidades y rupturas en la lingüística patagónica del siglo XX. Revista argentina de historiografía lingüística, 11(1), 29-46.

Domínguez, V. (2021). Aficiones etnográficas: la documentación de lenguas indígenas patagónicas en los Territorios Nacionales de Chubut y Río Negro (1911-1955) [Tesis Doctoral, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Sur.]

Domínguez, V. (2023). Toponimia indígena de la Patagonia: Trruúlmani, Nawelkir Chikchano, Teguítsüm, Chipi, Kilkilagues, Zenón Gómez, Paillakan, José Ramón Manquián y Tomás Harrington. En Malvestitti, M., y Farro, M. (Eds.), Documentos inéditos en lenguas fuegopatagónicas (1880-1950) (pp. 497-538). Editorial UNRN.

Farro, M. (2009). La formación del Museo de la Plata. Prohistoria.

Lave, J., y Wenger, E. (1991). Situated learning: Legitimate peripheral participation. Cambridge University Press.

Malvestitti, M. (2014). Ahúnik’ənk’. Un vocabulario de la lengua tehuelche documentado por LehmannNitsche. Indiana, 31, 377-408.

Malvestitti, M. (2015). Palabras selknam: El vocabulario ōōna recopilado por Roberto LehmannNitsche. Magallania (Punta Arenas), 43(1), 69-89.

Malvestitti, M. y Nicoletti, M. A. (comp.) (2022). Salesianos lingüistas en la Patagonia y Tierra del Fuego. Editorial Don Bosco.

Malvestitti, M., y Orden, M. E. (2014). Günün a yajütshü: el Vocabulario Puelche documentado por Roberto Lehmann-Nitsche. EUNLPam.

Martínez, A. T. (2013). Intelectuales de provincia: entre lo local y lo periférico. Prismas. Revista de Historia Intelectual, 17(2), 169-180.

Meyerhoff, M, y Strycharzs, A. (2013). Communities of practice. En: Chambers, J. K. y Schilling-Estes, N. (eds.). The Handbook of Language Variation and Change (pp. 428-447). Wiley-Blackwell.

Mondelo, Osvaldo. (2012). Tehuelches, danza con fotos, 1863-1963. Edición del autor.

Nacuzzi, L. R. (2002). Los grupos, los nombres, los territorios y los blancos: historia de algunos nombres étnicos. En: Boccara, G., Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas (siglos XVI-XX), (pp. 148-259). Editorial Abya Yala.

Nacuzzi, L. R. (2005). Las identidades étnicas y sus límites. Identidades impuestas: Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Sociedad Argentina de Antropología.

Perez, L. (2013). “Y recuerde que lo dijo Trüülmaní”. Tomas Harrington y los Gününa Küna. Chubut 1911-1935. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.

Regúnaga, M. A. (2020). El acercamiento a las lenguas indígenas de la Patagonia Sur según las revistas de la South American Missionary Society. Revista argentina de historiografía lingüística, 12(1), 43-64.

Rodríguez, M. E. (2010). De la “extinción” a la autoafirmación: procesos de visibilización de la comunidad tehuelche Camusu Aike (provincia de Santa Cruz, Argentina) [Tesis Doctoral, School of Arts and Sciences, Georgetown University.]

Schavelzon, D. (18 de noviembre de 2014). Leoncio Deodat (1883-1967). Archivo inédito y aportes para su bio-bibliografía. Daniel Shavelzon. https://www.danielschavelzon.com.ar/?p=5291

Silla, R., (2012). Raza, raciología y racismo en la obra de Marcelo Bórmida. Revista del Museo de Antropología, 5(1), 65-76.

Vezub, J., y Sourrouille, M. (2018). Claraz, Sourrouille, Casamiquela: archivo y apropiación en la etnología patagónica. Memoria americana, 26(1), 125-141.

Vezub, J. (2007). Historiar las prácticas etnográficas. Tomás Harrington y la morfología de la cultura en Patagonia septentrional hacia 1940. Sociedades en movimiento. Los pueblos indígenas de América Latina en el siglo, 19, 175-188.

Vezub, J. E. y De Oto, A. (2011). Patagonia, archivo etnológico y nación en el primer peronismo. Una lectura descolonial. Otros Logos. Revista de Estudios Críticos, 2, 135-162.

Documentos

Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico (AME). Fondo de gestión José Imbelloni.

Archivo General de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (AGFFyL). Fondo del Museo Etnográfico.

Biblioteca Agustín Álvarez. Fondo Casamiquela. Harrington a Escalada, 23 de agosto de 1949.

Centro Documental y Biblioteca del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSHCONICET). Harrington, T. (s/f). Cuadernos dirigidos a Vignati.

Instituto Ibero-Americano de Berlín. Fondo Lehmann-Nitsche. Correspondencia con Tomas Harrington.

Laboratorio de Documentación e Investigación en Lingüística y Antropología (DILA). Fondo Rex González, Relato de la Patagonia, 2017.